Por: Paul D. Tripp.
Hay algo que debemos entender. Mientras exista pecado en nuestro interior, habrá una guerra por la gloria en nuestros corazones. Así que cada día necesitamos velar para que el Señor sea el centro y no nosotros en la vida que se nos ha dado. Cada día necesitamos un mensaje que nos dirija a Dios. Cada día necesitamos un recordatorio de la que vida no se trata de nuestra comodidad ni del éxito de nuestros planes. No se trata de cuántas personas nos admiran y desean tenernos en sus vidas. No se trata del tamaño de nuestras casas ni de nuestra calidad culinaria. No se trata de estar en forma y libres de enfermedad. La vida se trata de Dios, de su gloria y del éxito de sus propósitos en y por medio de nosotros. La Biblia nos señala esto de principio a fin.
Buscar la gloria propia te vuelve un padre o una madre que se irrita fácilmente, que critica y reprueba. La gloria propia convierte un matrimonio en un combate por ver quién logra primero lo que quiere. La gloria propia te vuelve un amigo pesado y engreído. La gloria propia te impide sentirte satisfecho y te resulta más natural quejarte que ser agradecido. La gloria propia te hará más famoso por tus exigencias que por tu servicio. La gloria propia te llevará una y otra vez a atribuirte el mérito por lo que nunca habrías podido lograr o producir por ti mismo. La gloria propia te hace sentir amenazado o envidioso por el éxito de otros. La gloria propia te convierte en un consumidor de iglesia en lugar de un participante comprometido de su obra. La gloria propia nos engaña, nos distrae, nos atrapa y al final puede destruirnos. La gloria propia deja a su paso un montón de ruinas y personas heridas. La gloria propia nunca produce buen fruto.
La gloria propia es, en sí misma, un argumento que confirma nuestra gran necesidad de la Palabra de Dios en nuestro corazón y en nuestros pensamientos cada día de nuestra vida. Necesitamos la Palabra que nos señale una vez más una gloria que es mayor que la nuestra, la única gloria que satisfará nuestros corazones. Necesitamos que nuestra historia personal se integre poco a poco a la historia de Aquel que nos hizo y nos diseñó para vivir para su gloria. Necesitamos recordar que el señorío de Jesús ocupa el centro del evangelio de la gracia. Necesitamos oír una y otra vez que vivir como sus discípulos significa estar dispuestos a abandonarlo todo por seguirlo a Él.
Necesitamos ser humillados una y otra vez, ser llamados una y otra vez para dejar de gravitar en torno a nosotros mismos. Y necesitamos ser reavivados en la dicha de reconocer que no hay nada más liberador, satisfactorio y sanador que vivir para la gloria de Dios. Eso significa que necesitamos que su Palabra nos señale una y otra vez la preeminencia de su existencia y de su gloria y nos dirija hacia ella.
Fragmentos tomados del libro «¿Realmente crees? del pastor Paul D. Tripp
*PAUL DAVID TRIPP es pastor, conferencista y autor galardonado de mayor venta. Con más de 30 libros y series de videos sobre la vida cristiana, la pasión que impulsa a Paul es conectar el poder transformador de Jesucristo con la vida cotidiana.
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