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Por: R. C. Sproul.

Este artículo forma parte de la serie «Qué buena pregunta«

El rol del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento no fue esencialmente diferente del rol del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento. Aunque hay algunas diferencias, hay una unidad esencial entre los dos Testamentos.

El Espíritu Santo estuvo activo de muchas maneras en los tiempos del Antiguo Testamento. Primero, y por sobre todo, fue parte de la obra de creación llevada a cabo por la Trinidad. En el acto mismo de la creación, participaron tanto el Padre como el Hijo y el Espíritu Santo. El Espíritu se movió sobre las aguas generando orden y estructura a partir del aún desordenado universo que vemos en los primeros versículos del Génesis. La gente fue regenerada en el Antiguo Testamento tal como lo es en el Nuevo, y nadie puede ser regenerado excepto mediante la influencia de Dios Espíritu Santo. David necesitó el poder regenerador de Dios tanto como el apóstol Pablo lo necesitó en el Nuevo Testamento.

Sabemos también que el Espíritu fue muy activo en el sentido carismático; es decir, dotando a ciertas personas del Antiguo Testamento y equipándolas para tareas específicas. Por ejemplo, el rey de Israel era ungido con aceite, simbolizando que el Espíritu Santo lo ungía y lo capacitaba para llevar a cabo su vocación de

manera piadosa. Lo mismo ocurría con los sacerdotes. Los profetas de Israel, que eran agentes de revelación, eran inspirados por Dios Espíritu Santo y equipados para ser mensajeros de Dios ante la gente y para darnos la Escritura sagrada, básicamente en la misma forma que los apóstoles del Nuevo Testamento fueron dotados y supervisados por el Espíritu Santo. Así que vemos que el Espíritu estaba activo regenerando, santificando, preservando, intercediendo, haciendo en el Antiguo Testamento todas aquellas cosas que hace en el Nuevo Testamento.

¿Cuál es la diferencia? En el Antiguo Testamento, en el libro de Números, cuando Moisés se queja debido a que la carga de guiar a todo el pueblo se había vuelto tan pesada que lo aplastaba, ruega a Dios por alivio. Dios le ordena reunir a setenta ancianos de Israel con el propósito de tomar del Espíritu que estaba sobre Moisés y distribuirlo entre los setenta, para que pudieran ayudarlo a guiar al pueblo. Eso es exactamente lo que el texto dice que sucedió. Dios, entonces, concedió esta capacitación carismática, este don especial a otras setenta personas, no solamente a Moisés, de manera que todos pudieran participar en el ministerio. Eso no fue regeneración o santificación; fue una capacitación para el ministerio dada solamente a individuos seleccionados. La oración de Moisés fue: “Quisiera que todos los del pueblo del SEÑOR fueran profetas y que el SEÑOR pusiera su Espíritu sobre todos” (Nm. 11:29). Aquello por lo cual Moisés oró fue una profecía en la pluma del profeta Joel, quien dijo que en los postreros días ocurriría exactamente eso. Y ocurrió en el Día de Pentecostés. El apóstol Pedro dijo que era sobre esto que Joel estaba escribiendo, y que ahora el Espíritu que capacita a la iglesia para el ministerio es dado a todos, no sólo a los líderes.

Tomado de ¡Qué buena pregunta! Copyright © 1996 por R.C. Sproul.  

Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección.


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