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Por: J.C. Ryle

«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn. 6:68).

Consideremos por un momento el gran número de hombres y mujeres que, en estos últimos dieciocho siglos, han descubierto que estas «palabras de vida eterna» no eran meras «palabras», sino sólidas realidades. Se han persuadido de ellas, las han abrazado y han hallado que son comida y bebida para sus almas. Estamos rodeados por una gran nube de testigos que, en la fe de estas palabras, han vivido vidas felices y útiles y han muerto muertes gloriosas. ¿Dónde está el que se atreve a negarlo? ¿Dónde hallaremos vidas y muertes semejantes sin Cristo?

Fue la fe en las «palabras de vida eterna» de Cristo la que hizo que Pedro y Juan se presentaran valientemente ante el concilio judío y confesaran a su Maestro sin miedo a las consecuencias, diciendo: «No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4:12). Fue la fe en las «palabras de vida eterna» de Cristo la que hizo que Pablo saliera del judaísmo, pasara su vida predicando el Evangelio y dijera al borde del sepulcro: «Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día» (2 Timoteo 1:12). Fue la fe en las «palabras de vida eterna» de Cristo la que hizo que el obispo Hooper fuera tan valientemente a la pira en Gloucester tras decir: «La vida es dulce y la muerte es amarga; pero la vida eterna es más dulce y la muerte eterna es más amarga».


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2 comentarios en «Palabras de vida eterna (Parte 1) – J. C. Ryle»

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