Por: A. W. Pink
Considere el poder de Dios en la preservación. Ninguna criatura tiene poder para preservarse. “¿Crece el junco sin lodo? ¿Crece el prado sin agua?” (Job 8:11). Tanto el hombre como los animales perecerían si no hubiera hierbas para comer; las hierbas se marchitarían y morirían si la tierra no fuera refrescada con lluvias fructíferas.
Por lo tanto, Dios es llamado el Conservador del hombre y de los animales (Sal 36:6); Él es “quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Heb 1:3). ¡Qué maravilla del poder divino es la vida prenatal de cada ser humano! El hecho de que un bebé siquiera esté vivo, y durante tantos meses, en lugares tan estrechos y sucios, y además sin respirar; esto es inexplicable sin el poder de Dios. Verdaderamente “Él es quien preservó la vida a nuestra alma” (Sal 66:9).
La preservación de la tierra de la violencia del mar es otra instancia clara del poder de Dios. ¿Cómo se mantiene ese elemento furioso dentro de esos límites en los que Él los confinó al principio, y continúan así, sin desbordarse sobre la tierra y sin destruir la parte mas baja de la creación? La situación natural del agua es estar sobre la tierra, porque es más liviana, y a su vez, debe estar inmediatamente debajo del aire, porque es más pesada. ¿Quién restringe esta cualidad natural del agua? Ciertamente, el hombre no lo hace, y tampoco puede. Es el fiat1 de su Creador el único que la refrena: “Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, Y ahí parará el orgullo de tus olas” (Job 38:11). ¡Qué monumento permanente al poder de Dios es la preservación del mundo!
Tomado de «Cristianismo práctico» de A. W. Pink.
*A.W. Pink. Fue un teólogo, evangelista, predicador, misionero, escritor y erudito bíblico inglés, conocido por su firme postura calvinista y su gusto por las enseñanzas de las doctrinas puritanas.
1 Fiat – Consentimiento o mandato para que una cosa que tenga efecto.