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Por: Nancy DeMoss Wolgemuth

Este artículo forma parte del devocional «El lugar apacible«

Y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí (1 Co. 11:24).

UNO DE LOS MOMENTOS MÁS SAGRADOS que cualquiera de nosotros experimenta en el término de una semana, un mes o un año, es cuando celebramos la Santa Cena y participamos de los símbolos de su cuerpo y su sangre. Cada uno de los elementos que tenemos en nuestras manos, nos recuerdan que nuestra propia vida depende de lo que estos elementos representan. Los pecados de la semana pasada —tal vez aun los de hace un par de horas— desfilan por nuestros pensamientos. Cosas que nos parecían tan justificadas, tan convincentes, tan válidas en ese momento, ahora, en este entorno sagrado, nos parecen totalmente insensatas. Vergonzosas. ¿En qué estábamos pensando?

Pero en cierto momento de este proceso de arrepentimiento, bajo el peso de nuestra caída que nos envuelve densa y horriblemente, la esperanza vuelve a despertar en nuestra alma. No estamos irremediablemente afectados por esos pecados para siempre. ¡De hecho, ya han sido perdonados! La sublime declaración de Jesús: “Consumado es” (Jn. 19:30) tiene validez para nosotros también. Por medio de su muerte y resurrección, somos libres de la culpa, el peso, el castigo de nuestro pecado.

¡Gracias, Señor!

En este preciso momento —este momento de “agradecimiento”— se resume el objetivo total de lo que estamos haciendo aquí. La palabra eucaristía (el término más litúrgico para lo que muchos de nosotros llamamos participar de la Cena del Señor) viene de la palabra griega eucharistia, que significa “acción de dar gracias”. De modo que cuando participamos de la Santa Cena, participamos activamente del agradecimiento. Agradecimiento a Dios. Agradecimiento por el evangelio. De la culpa, a la gracia, al agradecimiento… todo esto celebramos cuando nos reunimos en su mesa.

Aun en este día común y corriente, tal vez lejos de la mesa de la Santa Cena, celebra la gloriosa libertad de tus pecados con una oración contrita de agradecimiento.

*Nancy Leigh DeMoss es una autora y predicadora cristiana estadounidense. A la vez es anfitriona de los programas de radio Revive Our Hearts («Aviva Nuestros Corazones«

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