Si alguno ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, ore por él y Dios le dará vida. Me refiero a quien comete un pecado que no lleva a la muerte. Hay un pecado que sí lleva a la muerte, y en ese caso no digo que se ore por él. (1 Juan 5:16)
Uno de los resultados de tener seguridad de nuestra salvación es tener la confianza de que nuestras oraciones serán oídas y contestadas afirmativamente cada vez que pedimos alineándonos a la voluntad de Dios. En el pasaje citado arriba, Juan habla de la oración diciéndonos de qué podemos estar seguros cuando oramos los unos por los otros.
Específicamente, Juan nos dice que si oramos por un hermano que comete un pecado «que no lleva a la muerte», ese pecador obtendrá el favor de Dios. Pero, por otro lado, hay un pecado que lleva a la muerte, y aunque Juan no está exactamente prohibiendo orar por el hermano que lo comete, su lenguaje sugiere que no deberíamos preocuparnos de orar por aquellos que cometen el pecado que lleva a la muerte (1 Juan 5:16).
Este es un pasaje muy difícil, principalmente porque no hay una claridad absoluta sobre qué exactamente quiere decir Juan al hablar del pecado que lleva a la muerte. Dicha muerte se refiere a la muerte eterna, y, por tanto, parece probable que Juan esté entendiendo que hay al menos un pecado imperdonable. Se han sugerido diversas posibilidades con respecto a este pecado, tales como la blasfemia imperdonable contra el Espíritu Santo mencionada por el propio Jesús (Marcos 3:28-30). Otros mencionan una negación persistente a escuchar el evangelio. Aunque es difícil estar seguro, estas diversas posibilidades no se pueden separar en forma estricta. La blasfemia contra el Espíritu Santo se entiende comúnmente como una negación consciente de su actuar en el ministerio de Jesús aun cuando la persona sabe todo lo que necesita para no pensar así. Ciertamente, un abandono definitivo de la fe entraría en esta categoría ya que dicha apostasía solo la pueden cometer quienes ya tienen algún conocimiento de la verdad. Semejante blasfemia daría naturalmente como resultado un corazón indispuesto a responder con fe al evangelio.
Aunque en apariencia las palabras de Juan implicarían que un hermano podría cometer este pecado, no está diciendo que sea posible que un hijo elegido de Dios caiga a este punto. Se puede usar el término «hermano» con cualquier cristiano profeso, tenga o no tenga la fe que salva. Claramente, Juan sabe que los verdaderos creyentes no cometerán el pecado que lleva a la muerte. Aunque podamos pecar, los creyentes no persistirán en un pecado sin arrepentimiento que los lleve a un endurecimiento definitivo del corazón (1 Juan 5:18).
DE CARA A DIOS
Aunque tengamos que luchar para entender qué es el pecado que lleva a la muerte, este verso nos anima a orar los unos por los otros. Y aun cuando Juan no sugiere orar por la persona que ha cometido el pecado que lleva a la muerte, debemos tener cuidado de no asumir precipitadamente que una persona ha caído en la apostasía definitiva para nunca más arrepentirse. ¿Estás orando por otras personas de tu iglesia? Toma un tiempo hoy para orar por alguien que esté en una lucha particular contra un pecado.
Para continuar estudiando: 2 S 11-12 • Job 42:7-9 • Gá 6:1-2 • Heb 6:4-8
Este recurso fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección. | Traducción: Cristian Morán
[…] natal Inglaterra, mudándose a la Isla de Lewis, Escocia, en 1940, donde permaneció hasta su muerte en […]
Este es un tema que me ha llevado a una profunda comunión con Dios y a un mayor entendimiento del evangelio. He orado muchísimo por los hermanos que en medio de luchas y divisiones tomaron sus propios caminos. Llegué a un punto de agotamiento total y en este tiempo no tengo posibilidad emocional de envolverme en este aspecto de la salvación de los creyentes. Aunque confío en la soberanía de Dios debo confesar que mi amor por los creyentes se ha enfriado mucho. Solo confío en su nombre.