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Por: Jonathan Edwards*

El amor de Cristo es mucho más placentero que cualquier otro amor por las siguientes razones:

1. Cristo es mucho más digno de amar que cualquier otro objeto en el mundo.

2. Ningún otro amor es de naturaleza tan pura, celestial y divina como el amor de Cristo y, por lo tanto, ningún otro amor puede generar un placer tan divino, celestial y exaltado.

3. Todos los que aman a Cristo tienen la certeza de ser correspondidos con su amor. En esto radica el placer de amar: Ser correspondidos con su amor. Si el amor no es mutuo, es un tormento y no un placer; pero el que sabe que ama a Cristo, sabe que Dios lo ama a él con un [amor] mucho más elevado e íntimo.

4. Nada puede privar a los que aman a Cristo, ni de la comunión presente, ni del gozo futuro de la persona que aman. Ahora, no es así con otros tipos de amor porque abundan en perplejidades por temor a verse privados del disfrute. Hay miles de accidentes que pueden arruinar todo, además de la muerte que es una separación segura; en cambio, Cristo será disfrutado por toda la eternidad ¡y nada en el mundo podrá impedirlo! Cristo recibirá a los redimidos con un fuerte abrazo y en sus brazos descansarán para siempre, pase lo que pase con el resto del mundo.

5. La unión entre Cristo y los que le aman es más cercana, y la comunión es más íntima que entre los demás amantes. Los creyentes tienen el placer de pensar que Aquel que aman, los ha amado también a ellos como para recibirlos tan cerca de sí mismo, al punto de hacerlos su carne y sus huesos. El creyente está unido a Cristo y ha llegado a ser uno con Él. ¡Cuán cierto es esto para aquellos que lo aman de verdad! El amor desea, naturalmente, una cercana e inseparable unión, y una comunión íntima, pero no existe una tan cercana o íntima entre ningunos otros amantes como la que hay entre Cristo y el cristiano.

6. No hay otro amor tan beneficioso como el amor a Cristo y, por lo tanto, ninguno tan placentero. El amor es dulce cuando los que se aman, disfrutan uno del otro en circunstancias prósperas. Ahora, Cristo ya está coronado con gloria y también coronará con gloria a los que le aman, de modo que [estarán] eternamente en la más grande gloria. Por estas razones y muchas más que podrían ser mencionadas, el amor de Cristo sobrepasa por mucho el amor más deleitable del mundo.

Por último, para resumir todo lo dicho, el amor de Cristo tiende a llenar el alma con una dulzura inefable. Endulza cada pensamiento y hace que cada meditación sea placentera. Trae una calma divina a la mente y esparce una fragancia celestial como el perfume de nardo de María (Jn. 12:3). Rocía el alma con el rocío del cielo, engendra un sol luminoso y difunde los inicios de gloria y felicidad en su embrión. Todo el mundo le sonríe al alma que ama a Cristo: El sol, la luna y las estrellas, los campos y árboles parecen saludarlo. Una mente así es un poquito de cielo sobre la tierra.

*Jonathan Edwards (1703-1758): Predicador y teólogo congregacionalista norteamericano; nacido en East Windsor, Colonia de Connecticut, EE.UU.

Tomado de Fragmento: Aplicación sobre el amor a Cristo (Fragment: Application on Love to Christ) en Sermones de Jonathan Edwards (Jonathan Edwards Sermons), ed. Wilson H. Kimnach (New Haven, CT: The Jonathan Edwards Center at Yale University, 1722-1723), Santiago 1:12.


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6 comentarios en «6 razones por las que amor de Cristo es más placentero que cualquier otro»

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