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Por: Tim Challies.

A los cristianos nos gusta decirle a la gente dónde y cómo mirar. A los que han sido aplastados por el peso del pecado o de la culpabilidad les decimos: “Miren a la cruz. Mira a la cruz y ve la justicia de Dios por tu pecado siendo satisfecho en su Hijo”. A los que están cansados del dolor y del sufrimiento les decimos: “¡Miren hacia adelante! Dios ha prometido que esta aflicción ligera y momentánea pronto dará paso a un peso eterno de gloria”. A los perseguidos les decimos: “¡Miren arriba! Miren a la gran nube de testigos, a aquellos que han ido antes y que permanecieron fieles”. En todos estos momentos, y en muchos más, decimos: “¡Miren! ¡Miren! ¡Miren!”.

Pero hay un lugar en el que me temo que miramos muy poco. Hay un punto en el que debemos fijar nuestra mirada en circunstancias problemáticas. Seremos desafiados y animados, si tan sólo miramos –si tan sólo mirásemos nuestro bautismo*.

El bautismo es una ordenanza dada por Dios que está llena de significado. En el mejor de los casos, es un rito que inicia la entrada del creyente en la iglesia visible. Es la manera que tiene una iglesia de reconocer que un individuo ha hecho una profesión de fe creíble y ha mostrado evidencia de una creencia verdadera. Si el papel de la iglesia es guardar el qué y el quién del evangelio – responder a las preguntas “¿Qué es el evangelio? y “¿Quién profesa legítimamente ese evangelio? –, entonces el bautismo es un medio a través del cual una iglesia declara: “Creemos que esta persona profesa el verdadero evangelio, por tanto, también es un verdadero cristiano”. En el bautismo le dan la bienvenida a la iglesia visible.

Si de esto se trata el bautismo, ¡no es poca cosa para una iglesia bautizar a alguien! Pone en manos de las iglesias la responsabilidad de examinar cuidadosamente a cada persona que busca el bautismo. Las iglesias necesitan indagar por debajo de la petición y el entusiasmo para buscar cuidadosamente evidencia de fe salvadora**. Donde no hay evidencia, no debe haber bautismo. Donde no hay suficiente evidencia, la iglesia debe estar dispuesta a retrasar el bautismo. La iglesia debe dar la bienvenida a esa persona a las aguas sólo donde haya una clara evidencia de la verdadera fe. ¿Por qué? Hay varias razones, pero me gustaría centrarme en una sola de ellas.

El bautismo como recordatorio

Cuando una iglesia toma en serio el bautismo, este se convierte en un pilar o monumento que el cristiano puede recordar más adelante en su vida. Cuando los tiempos son difíciles, cuando falta la seguridad, cuando la fe vacila, podemos animar a esa persona a volver a mirar. ¡Vuelve a mirar a tu bautismo! Mira hacia atrás y recuerda lo que profesaste ese día, a quien amabas mientras pasabas bajo esas aguas.
Mire hacia atrás y recuerda lo que testificaste.
Mira hacia atrás y ve que la gente que amabas y en la que confiabas ha escuchado tu testimonio y está convencida de que es verdad.
¡Mira hacia atrás y cree hoy lo que creías entonces!” Esta clase de aliento está disponible para todos los que han sido bautizados, pero es fortalecido entre aquellos que han sido bautizados en una iglesia que debidamente guarda la ordenanza.

En algunas iglesias, el bautismo se trata con ligereza, por lo que se proporciona de inmediato y sin pensar. Aquellos que miran hacia atrás en tal bautismo pueden concluir con razón que sólo es un poco más que: “Tuve una experiencia religiosa en ese momento”. Escucharon un sermón emotivo, pasaron corriendo al frente y fueron bautizados inmediatamente. En algunas iglesias se espera y se presiona el bautismo, por lo que más tarde puede transmitir poco más que: “Me he adherido a las expectativas de mi familia y de mi comunidad”. Hicieron lo que tenían que hacer para mantener la paz o la reputación. Pero en las iglesias sanas, el bautismo se trata con sobriedad. Aquellos que dirigen la iglesia toman en serio la responsabilidad de evaluar a la persona que busca el bautismo y verificar que su fe es genuina. Ellos harán esto de manera imperfecta, por supuesto, por lo que no sólo hay una puerta de entrada a la iglesia visible a través del bautismo, sino también una puerta de salida a través de la disciplina de la iglesia. Pero su examen en el presente puede servir de base para la confianza en el futuro.

Durante mucho tiempo he observado que a los bautistas se les ha enseñado a volver a mirar a su bautismo con temor, en lugar de fe, con escepticismo en lugar de confianza. Yo creo que esto es un resultado directo de la falta de la iglesia de guardar apropiadamente la ordenanza. Tal escepticismo no es ilegítimo cuando las iglesias se niegan a tomar en serio el bautismo. Pero cuando tratamos el bautismo seriamente, cuando hacemos todo lo posible para bautizar sólo a aquellos que han hecho una profesión creíble de fe en Jesucristo, les ofrecemos confianza en ese día y en el futuro.

*Mi convicción es que la Biblia nos dice que bauticemos a los creyentes, no a los hijos de los creyentes, aunque admito con gusto que ambos están dentro de los límites de la ortodoxia cristiana, protestante y reformada. Escribo este artículo principalmente para el beneficio de mis compañeros de credo bautista. Además, los paidobaptistas (práctica de bautizar niños) ya tienden a hacer lo que estoy pidiendo en este artículo….

**Esto no quiere decir que tengamos que esperar que aquellos a quienes bautizamos tengan un conocimiento enciclopédico de la Biblia o de la doctrina cristiana. El bautismo es para los que creen, así que nuestra tarea es simple: verificar, en la medida de lo posible, que tienen una fe genuina. Los detalles pueden variar mucho de una edad a otra y de un lugar a otro. Podemos, por ejemplo, necesitar avanzar más despacio en un contexto en el que el bautismo mejora la reputación a los ojos de la cultura en general, en comparación con un contexto en el que señala a las personas por discriminación o muerte.


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