Por: Martyn Lloyd Jones
La reacción ante el pecado debería ser la de profunda penitencia. Cuando alguien está en una condición espiritual saludable, no encuentra alivio tan fácilmente. Siente que es vil, que no tiene remedio. Si, pues, uno cree que puede curarse fácilmente, si encuentra que puede acudir alegremente a la doctrina de la gracia, diría que esa persona está en situación peligrosa. El hombre verdaderamente espiritual, si bien cree en la doctrina de la gracia, cuando adquiere el convencimiento de pecado por el Espíritu Santo, siente a veces que es casi imposible que Dios lo pueda perdonar.
He dicho esto a veces de la siguiente forma: que no entiendo bien al cristiano que puede escuchar un sermón genuinamente evangelístico sin volver a sentirse acusado de pecado. No me cabe duda de que el sentir debería ser: «Casi experimenté que pasé por ello una vez más; experimenté que estaba pasando de nuevo por todo el proceso». Ésta es la verdadera reacción. En el mensaje, siempre hay un aspecto de convicción de pecado; y si descubrimos que no reaccionamos de esta forma porque ya en una ocasión nos refugiamos en la gracia, nos encontramos en la situación que conduce a este trágico autoengaño.
*David Martyn Lloyd-Jones fue un médico, pastor protestante y predicador galés que influyó en la época de reformación del movimiento evangélico británico en el siglo XX