Por: John Piper.
Este artículo forma parte de la serie: «El nuevo nacimiento»
Juan 3:19-20:
Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.
Esta palabra de Jesús explica parte de lo que es nuestra naturaleza separada del nuevo nacimiento. No somos neutros cuando se acerca la luz espiritual. La resistimos. Y no somos neutros cuando la oscuridad espiritual nos envuelve. La aceptamos. El amor y el odio están activos en el corazón no regenerado. Y se mueve exactamente en direcciones equivocadas: aborrecen lo que debe amarse y aman lo que debe aborrecerse.
Sin del nuevo nacimiento, nuestros corazones son duros como piedra (Es. 36:26; Ef. 4:18).
Eso lo vimos en el capítulo anterior, donde Dios dice en Ezequiel 36:26: «…y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne». Aquí en Efesios 4:18, Pablo rastrea nuestra condición desde la oscuridad hacia la alienación, la ignorancia y la dureza de corazón: «Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón».
El fondo de nuestro problema no es la ignorancia. Hay algo más profundo: «…la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón». Nuestra ignorancia es una ignorancia culpable, no inocente. Está arraigada en corazones duros y resistentes. Pablo dice en Romanos 1:18 que nosotros detenemos la verdad injusticia. La ignorancia no es nuestro mayor problema. Lo son la dureza y la resistencia.
Tomado del libro «¡Más vivo que nunca! de John Piper. Foto de Mariano Nocetti en Unsplash
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