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Por: Gregory Harris* 

La Biblia nos muestra claramente que durante el ministerio terrenal de nuestro Señor, había padres que querían que Jesús bendijera a sus hijos:

«Entonces le trajeron algunos niños para que pusiera las manos sobre ellos y orara; y los discípulos los reprendieron. Pero Jesús dijo: Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como éstos es el reino de los cielos. Y después de poner las manos sobre ellos, se fue de allí» (Mateo 19:13-15)

Nada ha cambiado para los padres creyentes. Todavía queremos, y tan desesperadamente necesitamos, que el Señor bendiga a nuestros hijos. Esto demuestra tanto nuestra continua búsqueda de él y la conciencia de que nuestras capacidades como padres son limitadas.

POR LA GRACIA DE DIOS HE SIDO EL PADRE DE UN HIJO PRÓDIGO QUE HA VUELTO AL SEÑOR.

Al igual que la mayoría de los aspectos relacionados con el discipulado y la crianza (Efesios 6:1-4), la oración juega un papel vital.

Cuando nuestros hijos eran más jóvenes, con frecuencia me acompañaban a muchos lugares a los que iba, incluyendo al seminario donde enseñaba. Las personas solían preguntarme: “¿Cómo se puede tener a niños de esa edad tan bien educados y que sean una bendición?» Mi respuesta siempre fue: “Mi esposa y yo no somos padres perfectos, y nuestros hijos no son hijos perfectos.” Sin lugar a duda vimos la bendición de Dios sobre nuestros hijos, pero también sabíamos que eran todavía muy jóvenes y todavía no habíamos enfrentado los años de la adolescencia y de adultos, y que todas las tentaciones, trampas y peligros estaban todavía por delante de ellos (Proverbios 1-9).

Aunque veía la mano de bendición de Dios, me di cuenta que la batalla comenzaba por nosotros, pues el mundo y el maligno trabajaban activamente para traer a mis hijos a los deseos de la carne, la concupiscencia de los ojos y la vanagloria de la vida (1 Juan 2:16). Tales batallas a veces solían ser sumamente reales e intensas.

Parte de mi respuesta, cuando me preguntaban acerca de la crianza de nuestros hijos, era que orábamos por ellos continuamente. Mi esposa y yo sabíamos que no estábamos en control, pues no podemos salvar a nuestros propios hijos o vivir sus vidas por ellos. Por lo tanto nuestra labor era orar y criarlos como Dios quería que lo hiciéramos basados en la Escritura.

A través de los años vimos como nuestros hijos caminaron con Dios, con la excepción de uno de ellos que no caminó con el Señor por un período  de tiempo prolongado. En mi vida he sido el hijo pródigo y a su vez el padre de un hijo pródigo, y por la pura gracia de Dios he sido el padre gozoso de un hijo pródigo que ha vuelto al Señor.

Al hablar con otros padres sobre la crianza de sus niños, me preguntan la mismas cosas, especialmente cuando son padres jóvenes:

¿Qué es lo que oras por tus hijos cuando oras por ellos?”

Este artículo está basado en mi respuesta a esa pregunta. No es una respuesta exhaustiva y no pretendo decir que cada elemento que menciono a continuación debe incluirse cada vez que ore. Las etapas de la vida a menudo requieren elementos de énfasis de cambio cuando los niños crecen. Pero confío que esta lista será de aliento para los padres cristianos al interceder a favor de aquellos bajo su cuidado.

Esto es lo que oré (y todavía oro) por mis hijos:

Yo oro. . . . .

—reconociendo que primeramente soy un hijo de mi Padre celestial antes de orar como el padre de mis propios hijos ( 1 Pedro 1:17).

—por mi propio caminar con Dios (Efesios 4-6) antes de orar por su caminar; comienzo conmigo mismo, no con ellos.

—por el caminar de mi esposa Betsy y el nuestro colectivamente como marido y mujer.

Cualquier ministerio (y paternidad sin duda es un ministerio) no es más que una extensión de nuestro caminar con el Señor (o falta de ello). Y aunque a veces fallamos miserablemente, mi esposa y yo oramos que nuestros hijos vean nuestra propia relación con Dios (Ef 5:22-33) y que les sea de ejemplo ( Ef. 6: 1-4).

Yo oro. . . . .

— por nuestro matrimonio.

— por nuestra crianza.

— por sabiduría y discernimiento en cada una de estas áreas (Santiago 1:5-6; 1 Pedro 5:5-9).

— por qué decir y qué no decir.

— por una disciplina que no exaspere (Efesios 6:4).

— para que Dios bendiga a nuestros hijos más allá de nuestras capacidades y limitaciones como padres.

Oro por mis hijos. . . . .

— para que vengan a la gracia salvadora de Dios a una corta edad (1 Samuel 3:7).

— que sus corazones sean siempre tiernos delante de Dios (2 Crónicas 34:27).

— que sus corazones siempre esten dispuestos a Dios (Josué 24:23).

—que teman a Dios y se aparten del mal (Job 1:8 ).

Oro por mis hijos. . . . .

— que Dios levante influencias piadosas alrededor de ellos.

— que ellos mismos se conviertan en influencias piadosas.

— que tengan amigos piadosos y que sean amigos piadosos de los demás.

— que busquen la sabiduría (Proverbios 1-9; 1 Corintios 1:22-24, 30 ).

Oro por mis hijos. . . . .

—que Dios los haga ser y sean una bendición para otros (Filemón 7).

— que sean agradecidos para con Dios y los demás (Lucas 17:11-18; Colosenses 3:15).

Oro por mis hijos. . . . .

— que Dios les conceda un hambre insaciable y sed de él y su Palabra (1 Pedro 2:1-2).

— que adoren a Dios en espíritu y en verdad con frecuencia (Juan 4:23-24).

— que tengan en mente la Segunda Venida de Jesucristo (1 Juan 3:1 -3).

— que vivan sus vidas con la eternidad en mente (Filipenses 3:20-21).

Oro por mis hijos. . . . .

— que sean sometidos a una fuerte convicción cuando pecan (Salmo 51), y

— que confiesen sus pecados a Dios (1 Juan 1:9) y a otros (Santiago 5:16).

Oro por mis hijos. . . . .

— que Dios los protegerá de sí mismos, de la gente violenta y del maligno.

Oro por los cónyuges de mis hijos, si han de tenerlos (1 Corintios 7:7). . . . .

— que Dios cultive la piedad y las mismas características ya mencionadas dentro de ellos.

— que Dios los reúna en el momento adecuado.

— que le honren en el noviazgo y los mantenga puros delante de él.

— que Dios sea el centro de su hogar.

— que Dios les lleve a una iglesia piadosa centrada en la Biblia, donde puedan crecer en su caminar con el Señor, tanto individualmente como colectivamente.

— que mi hija se convierta en una mujer de Proverbios 31 y mi hijo un hombre de Efesios 5.

Oro por mis hijos. . . . .

— que Dios obre dentro de ellos tanto el querer como el hacer según su buena voluntad (Filipenses 2:13).

— que Dios les conceda un sentido de excelencia en hacer cosas para la gloria de Dios en las actividades cotidianas de su vida (1 Tesalonicenses 4:1, 10; 1 Corintios 10:31; 2 Corintios 1:20).

— que ellos sepan por experiencia que el Señor es el único digno de recibir toda la gloria, el honor y la alabanza (Apocalipsis 4:11; 5:1-11).

Oro por mis hijos. . . . .

— que no se conformen a este siglo, sino que sean transformados por medio de la renovación de sus mentes (Romanos 12:1-2) y el lavamiento del agua por la Palabra (Efesios 5:26).

— que crezcan en la gracia y el conocimiento de su Señor y Salvador Jesucristo ( 2 Pedro 3:18), y

— que crezcan en gracia para con Dios y los hombres (Lucas 2:52).

En pocas palabras, oro por mis hijos. . . . .

— que caminen con Dios todos los días de sus vidas (Jueces 2:7; 1 Samuel 1:11; Salmo 23:6), y

— que demuestren los frutos de una vida que camina con el Señor Jesucristo (Apocalipsis 4:9-11).

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*Dr. Gregory Harris es profesor de exposición bíblica en The Master’s Seminary y autor del libro «La Copa y la Gloria«. En la actualidad sirve como pastor en la iglesia Lake Hills Community Church en Castaic, California. Él y su esposa Betsy tienen dos hijos: Lauren y Ben.

Publicado originalmente en inglés aquí.

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