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Por: Andrew Murray.*

Cristo llamó a sus discípulos para que vinieran y escucharan mientras hablaba con ellos acerca de la ofrenda que vio allí. Fue para guiar su modo de dar y el nuestro. Nuestra ofrenda, si escuchamos a Cristo con el deseo real de aprender, tendrá más influencia sobre nuestro crecimiento, en la gracia del que podamos pensar.

El espíritu del mundo es “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida”. El dinero es el gran medio que tiene el mundo para satisfacer sus deseos. Cristo ha dicho de su pueblo: “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”. Deben mostrar en su disposición del dinero que actúan basándose en un principio no mundano, que el espíritu del cielo les enseña cómo usarlo. Y ¿qué sugiere ese espíritu? Úsalo con fines espirituales, para aquello que durará para la eternidad, para lo que es agradable a Dios. “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”. Una de las maneras de manifestar y mantener la crucifixión de la carne es nunca usar el dinero para satisfacerla. Y el modo de conquistar cualquier tentación de hacerlo es tener el corazón lleno con grandes pensamientos del poder espiritual del dinero. ¡Ojalá aprendiéramos a mantener la carne crucificada, negándonos a gastar un solo centavo en su satisfacción! Por mucho que el dinero gastado en uno mismo pueda nutrir y fortalecer nuestra propia comodidad, el dinero sacrificado a Dios puede ayudar al alma en la victoria que vence al mundo y la carne.

Toda nuestra vida de fe puede verse fortalecida por la manera en que manejamos el dinero. Muchos hombres deben ocuparse permanentemente en ganar dinero; por naturaleza el corazón es arrastrado y atado a lo terrenal a la hora de tratar con aquello que es la vida misma del mundo. Es la fe la que puede otorgar una victoria perenne sobre esta tentación. Cada pensamiento sobre el peligro del dinero, cada esfuerzo por resistirlo, cada ofrenda amorosa a Dios, es una ayuda a nuestra vida de fe.

Vemos las cosas a la luz misma de Dios. Las juzgamos desde el punto de vista de la eternidad, y el dinero que pasa por nuestras manos y es dedicado a Dios puede ser una educación diaria en la fe y la mentalidad celestial.

Muy especialmente, que nuestro dinero fortalezca nuestra vida de amor. Toda gracia necesita ejercitarse para poder crecer, y esto es cierto, de modo muy especial, en el caso del amor. Y, por si no lo supiéramos, el dinero podría desarrollar y fortalecer nuestro amor, ya que nos llamó a

considerar cuidadosa y compasivamente las necesidades de aquellos que nos rodean. Cada petición de dinero y cada respuesta a la misma podrían despertar un nuevo amor y ayudar a una rendición más completa a sus benditas afirmaciones.

Créelo. Dar dinero puede ser uno de los mejores medios de gracia, una comunión continua con Dios en la renovación de la entrega de todo tu ser a Él, y la prueba de la decisión firme de tu corazón de andar delante de Él con abnegación, fe y amor.

*Andrew Murray fue un escritor, maestro y pastor cristiano sudafricano. Murray consideraba que las misiones eran «el fin principal de la iglesia». 


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