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Por: Carolyn Mahaney

Hace poco estaba viendo un programa de cocina en que una famosa chef y su marido celebraban un aniversario importante. La cocinera compartió su «receta» (¡ja!) para un matrimonio duradero y feliz: «¡Yo intento hacerlo feliz a él, él a mí, y funciona!»

Hasta donde sé, esta mujer no es cristiana, pero su consejo refleja un principio bíblico del matrimonio: esposos y esposas deben amarse mutuamente. Deben poner el interés del otro por sobre el propio (Fil 2:4), el esposo debe amar a su esposa tal como Cristo ama a la iglesia (Ef 5:25) y la esposa debe amar a su esposo con un amor tierno y cariñoso (Tit 2:4).

En palabras de la chef, debo intentar que él sea feliz.

Pero muy a menudo, en el matrimonio, lo hacemos al revés, ¿verdad? Nos enfocamos más en todas las formas en que nuestros esposos pueden hacernos felices a nosotras, o nos fijamos en cuán infelices somos con nuestros esposos.

«Si él tan sólo fuera más______________yo sería feliz».

«Si él tan sólo dejara de______________yo sería feliz».

«Si él tan sólo notara______________yo sería feliz».

«Si él tan sólo preguntara______________yo sería feliz».

«Si él tan sólo hiciera______________yo sería feliz».

Nuestra cultura igualitaria nos da una comprensiva palmada en la espalda. Después de todo, la receta moderna para un matrimonio feliz exige como ingrediente principal el interés propio. Sin embargo, este no es el camino bíblico, ni tampoco da un buen resultado. Mientras más intentemos priorizar nuestra propia felicidad individual en nuestros matrimonios, más infelices seremos.

Para decirlo de otra manera: Si realmente queremos nuestra propia felicidad y, a la vez, un matrimonio feliz, pondremos primero la felicidad de nuestros esposos. John Piper dice:

«Esposos y esposas, reconozcan que en el matrimonio ustedes se han convertido en una sola carne. Si vives para tu placer personal a costa de tu cónyuge, estarás viviendo en contra de ti mismo y destruyendo su gozo. Pero si te dedicas de todo corazón al gozo santo de tu cónyuge, vivirás también para tu gozo y harás un matrimonio a la imagen de Cristo y su iglesia».

Mi esposo es un ejemplo maravilloso de lo que significa priorizar mi felicidad. Él lo llama «estudiar a su esposa» y ha pasado todo nuestro matrimonio tratando de descubrir lo que me hace feliz. A menudo, anima a los esposos a estudiar a sus esposas y aprender qué las hace felices, sin dar por sentado que a ellas les gustará lo mismo que a cualquier otra.

No necesito hacer mucha memoria para recordar un ejemplo de las formas en que mi esposo intenta hacerme feliz. Estando de paseo hace un par de semanas, mi esposo vio un anuncio de un lugar para tomar el té. Ni siquiera estoy segura de que alguna vez él haya tomado una taza de té, ni mucho menos que haya asistido a «tomar el té». Sin embargo, él sí sabe que tomar el té es uno de mis gustos preferidos, una antigua tradición que tengo con mis hijas, y ahora también con mis nietas.

Y por eso, porque quiere hacerme feliz, hizo una reserva. Me habría gustado que lo vieran, en una habitación llena casi exclusivamente de mujeres, tratando de escoger un té y sostener una taza. Terminamos nuestra tarde riéndonos, pero él estaba feliz porque yo también lo estaba.

¿Te sientes infeliz en tu matrimonio? ¿Estás insatisfecha o decepcionada de tu esposo? En vez de enfocarte en tu infelicidad, o tratar de ser feliz primero, trata de hacer feliz a tu esposo. Un esposo feliz hace una esposa feliz, y un matrimonio feliz glorifica a Dios. La chef, y más importante aun, la Palabra de Dios, están en lo correcto: esta receta para un matrimonio feliz sí funciona.

Este recurso fue publicado originalmente en GirlTalk.

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