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Por: John MacArthur.

Este artículo forma parte de la serie: La Gloria del Cielo

Un escéptico me dijo una vez: «Prefiero estar en el infierno con mis amigos que en cielo con toda esa gente de la iglesia. Una visión tan irrespetuosa y frívola del cielo no puede deberse más que a la falta de conocimiento de los horrores del infierno. Además, subestima de manera descarada las bendiciones del cielo.

Esta suposición tan extendida del cielo como un lugar de eterno aburrimiento refleja el pecaminoso modo de pensar del hombre. Como pecadores, tenemos tendencia a pensar que un pecado pequeño es mucho más divertido que la perfecta rectitud. Nos cuesta imaginar un sitio en el que todas las cosas carecerán por completo de pecado y que, aun así, estará lleno de inacabables placeres.

Pero así es como será precisamente el cielo. Allí nos regocijaremos en la gloria de Dios y nos daremos cuenta, por fin, de que nuestro propósito no es otro que el glorificar a Dios y disfrutar de El para siempre. El salmista escribió: «En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre» (Sal. 16:11).

Este tipo de pensamiento resulta insondable para las mentes finitas. Y a pesar de ello, la Biblia deja bien claro una y otra vez que el cielo es un lugar de un gozo insuperable, de gloria inmarcesible, de dicha inquebrantable, de delicias inacabables y placeres infinitos. No hay nada en él que pueda ser aburrido o rutinario. Será la existencia perfecta. Tendremos comunión inalterable con todos los habitantes del cielo. La vida allí carecerá de dolor, preocupaciones, llantos, te- mores y sufrimiento: Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas (Ap. 21:4-5). La ley de Murphy se anulará por fin. En el cielo, todo lo que pueda ir mal no podrá ir mal.

La mejor de nuestras experiencias espirituales aquí en la tierra no es más que una muestra de las del cielo. La máxima altura espiritual a la que podamos llegar, el más profundo de nuestros regocijos y la más grande de las bendiciones espirituales serán algo normal en el cielo. Ahora vivimos en los lugares celestes, pero la gloria que experimentamos sólo es un aperitivo de la por venir. Cuando consideremos que Cristo oró para que todos los que le habían conocido pasaran la eternidad a su lado en inquebrantable comunión (Jn. 17:24) los corazones se nos deberían colmar de gratitud y expectación. El predicador de Eclesiastés dijo que es mejor el día de la muerte que el día del nacimiento (7:1). Con ello no hacía más que mostrarse cínico ante la frivolidad y futilidad de la vida en la tierra, aunque no por eso deja de ser verdad para los cristianos, en cierto sentido, que la muerte nos conduce a una gloria infinitamente mayor que la que nos deparó el nacimiento en este mundo. La confianza de que el cielo nos aguarda debería llenarnos de una esperanza gloriosa. Esto es lo que dijo Pablo: Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancias (Fil. 1:21). La perspectiva del cielo le hacía sentir gozo, aunque estuviese a las puertas de la muerte.

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Extracto del libro «La Gloria del cielo» escrito por John MacArthur.



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Un comentario en «¡Así será el cielo! – John MacArthur»

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