Por: David Clarkson
A aquello que deseamos más, le estamos rindiendo culto como nuestro dios. Lo que principalmente deseamos es lo que consideramos mejor para nosotros, y convertimos en nuestro dios aquello que consideramos nuestro mayor bien.
El deseo es un acto de adoración, y cuando algo se convierte en lo más deseado, está recibiendo la adoración y la honra que solo se debe a Dios. Desear cualquier cosa con igual intensidad o más que el deleite en Dios es idolatrarla, es rendir el corazón ante ella y adorarla como solo Dios debe ser adorado. Solo Dios debería ser lo más deseable para nosotros, por encima de todas las cosas.
*David Clarkson. Fue un pastor puritano inglés nacido en 1622 y fallecido en 1686.
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