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Por: Michel Galeano

Este artículo forma parte de la serie: La Biblia responde: Preguntas honestas, respuestas concretas

«Deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación» (1 Ped. 2:2).

El Señor me salvó en el 2005 mientras leía el Evangelio de Juan, y me dio un deseo por conocerlo más y leer Su Palabra. Sin embargo, después del primer año, esa pasión fue interrumpida y surgió una falta de deseo por estudiar la Biblia. No entendía por qué me costaba acercarme a ella. Y peor aún, cuando sí sacaba el tiempo para entrar en la Escritura, me resultaba difícil concentrarme en lo que leía.

Quizá tú también has estado en esa situación. Te cuesta leer la Biblia, no porque dudes que es la Palabra de Dios y necesitas leerla, sino porque el deseo no está.

¿Cómo podemos enfrentar esto? Déjame ofrecerte tres verdades que uso para combatir la falta de deseo por leer la Biblia.

1. Identifica el problema: El pecado

Aun cuando se nos ha dado ese nuevo corazón que Dios prometió (Deut. 30:6; Ezeq. 36:36) —por Su gracia en Cristo y por el poder del Espíritu Santo—, el pecado está presente en nuestra vida. Todo creyente experimenta una lucha contra el pecado (Rom. 7:21-23).

La falta de deseo por la Biblia es pecado. Antes de acusarme de legalista, permíteme explicarte por qué. Al disponer nuestro deseo en otras actividades antes de anhelar conocer más a Dios por medio de Su Palabra, indicamos que existen diversas ocupaciones que nos sacian más que el detenernos a meditar en la Escritura.

Puede ser que debamos organizar mejor nuestro tiempo y prioridades, pero es imperativo reconocer que esos son solo síntomas del problema, porque la raíz de la falta de deseo es el pecado. Por lo tanto, debemos identificarlo y confesarlo.

2. Lucha en las fuerzas de quien nos libertó: Cristo

Aun cuando nuestra lucha contra el pecado es ardua, no estamos solos en la batalla. ¡Cuán hermoso es poder decir como el apóstol Pablo: «Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro…» (Rom. 7:25, rvr1960)!

Y también podemos declarar que en Cristo luchamos contra el pecado por el Espíritu Santo hasta llegar a la gloria, pero sin condenación (Rom. 8:1).

Así que, al identificar que la falta de anhelo por leer la Biblia es pecado, debemos predicar el evangelio y recordar que por esto Cristo murió. Los creyentes luchamos de este lado de la eternidad en las fuerzas y por la gracia de nuestro Salvador.

3. El medio para la salvación y la santificación: La Palabra

Por último, debemos ver la conexión entre la necesidad de la Palabra de Dios para salvación y el fruto de esa salvación.

Vemos la necesidad de la Palabra de Dios para salvación en 1 Pedro 1:10-12,23- 25. Allí el apóstol explica cómo Dios habló por medio de los profetas y que así todo fue escrito para nuestro beneficio. La Palabra del Señor permanece para siempre y posee el poder de abrir los ojos de los incrédulos de modo que vean a Cristo. Además, la revelación de Dios hace crecer al creyente en su salvación. Esto lo evidenciamos en 1 Pedro 2:2, que leímos antes.

La propia Palabra de Dios es el antídoto cuando surge el desinterés por leerla. Pedro utiliza el ejemplo de un bebé que, al probar la leche de su madre por primera vez, la anhela siempre porque es su alimento, su sostén y el medio para crecer.

De igual manera, la Palabra de Dios es el medio que Él ha diseñado para que crezcamos y seamos santificados. Necesitamos Su revelación para nacer de nuevo, y también para crecer en nuestra salvación. Roguemos a Dios que nos haga conscientes de nuestra necesidad, y de cómo Él la ha suplido por medio de Su Palabra.

Quiero animarte a que oremos al Padre para que nos dé el deseo de leer Su Palabra y que ella habite en abundancia en nosotros (Col. 3:16). Por medio de la Escritura conocemos más a Dios y descubrimos cómo afiliarnos a Cristo, la fuente de todo gozo, sabiduría, amor y paz.

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