Por: Paul Washer
Este artículo forma parte de la serie «El hombre caído«
La mayoría de las personas, incluso las que no son religiosas, dicen que tienen cierto nivel de amor o afecto hacia Dios; muy raramente nos encontraremos con un individuo tan audaz que confiese «odio» hacia Él. Sin embargo, las Escrituras testifican que los hombres caídos no pueden amar a Dios. De hecho, toda la raza de Adán odia a Dios y vive en guerra contra Él.
La mayoría de los que dicen tener amor genuino por Dios saben muy poco acerca de Sus atributos y Sus obras como son revelados en las Escrituras; por lo tanto, el «dios» que aman es nada más que un fruto de su imaginación. Ellos han creado un «dios» a su propia imagen, y aman lo que han creado. Dios declara en el Salmo 50:21: «Pensabas que de cierto sería yo como tú; Pero te reprenderé».
Si el hombre caído que dice amar a Dios escudriñara las Escrituras, ciertamente encontraría un Dios muy diferente al objeto de sus afectos. Si estudiara los atributos de Dios (como la santidad, justicia, soberanía e ira), muy probablemente respondería con aversión y declararía (como muchos han hecho): «¡Mi Dios no es así!» o «¡Jamás podría amar a un Dios como ese!». Rápidamente veríamos que, cuando el hombre caído es confrontado con el Dios verdadero de las Escrituras, ¡su única reacción es odio y hostilidad! ¿Cuál es la razón para esta reacción adversa? Una vez más, tiene que ver con quién es el hombre en el mismo centro de su ser. Si el hombre fuera por naturaleza santo y justo, entonces fácilmente podría amar a un Dios santo y justo, y gozosamente se sometería a su ley. Sin embargo, el hombre es por naturaleza depravado y corrupto, así que ¡no puede!
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