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Por: Jonathan Edwards

Este artículo forma parte de la serie: «365 días con Jonathan Edwards«

Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez (Marcos 7:21-22).

El pecado sobreabunda en los corazones de los hombres naturales. Si albergasen un solo pecado en sus corazones, bastaría para que su situación fuese espantosa. Sin embargo, no albergan un solo pecado, sino toda clase de ellos. Existen todo tipo de concupiscencias. El corazón es un mero receptáculo de pecado, una fuente de corrupción de la que manan toda clase de arroyos pútridos. No existe una sola concupiscencia en el corazón del diablo que no habite el corazón del hombre. Los hombres naturales están hechos a imagen del diablo. La imagen de Dios ha quedado borrada y tienen grabada la imagen del diablo en ellos.

Dios, en su misericordia, se ha complacido en limitar la maldad humana, principalmente por medio del temor y del respeto que sienten hacia su propio nombre y reputación, así como por medio de la educación. Si no existiesen estas restricciones, no habría maldad alguna que los hombres no cometiesen si se les presentara la oportunidad. Los hombres no solo tienen toda clase de disposición concupiscente, malvada y perversa en sus corazones, sino que las albergan en un grado terrible. No solo existe el orgullo, sino una increíble cantidad de él: el orgullo por el que el ser humano tiende a elevarse aún por encima del trono de Dios mismo.

Los corazones de los hombres naturales son meros receptáculos de sensualidad. El hombre se ha convertido en una especie de bestia al depositar su felicidad en los disfrutes sensuales. El corazón está repleto de las concupiscencias más abyectas. Las almas de los hombres naturales son más viles y abominables que cualquier reptil. Si Dios abriera una ventana al corazón para que pudiésemos ver su interior, sería el espectáculo más abyecto que jamás hubiesen visto nuestros ojos.

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(De «Natural Men in a Dreadful Condition», pp. 818-819). Citado en «365 días con Jonathan Edwards«, lecturas seleccionadas y editadas por Dustin W. Benge, puedes adquirirlo en este enlace.  Foto de Jeremy Perkins en Unsplash

*Jonathan Edwards (1703 – 1758). Predicador norteamericano congregacionalista, usado por el Señor en el Gran Despertar ; nacido en East Windsor, Condado de Connecticut, puedes leer más de su biografía en este enlace.


Un comentario en «Los hombres naturales, llenos de pecado – Jonathan Edwards»

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