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Por: Kevin DeYoung*

Esta publicación es sobre predicadores y para predicadores. Si bien muchas de las reflexiones pueden ser útiles para todos los cristianos, estoy escribiendo específicamente con mis compañeros pastores en mente.

Vivimos en un tiempo en que la política está en todas partes, y todo se trata de política. En cierta forma, esto siempre ha sido así. Jesús, y no el César, es Señor. Esa es una declaración política. Cada sermón toca la polis, la ciudad del hombre, nuestra ciudadanía terrenal. Pero eso no es a lo que me refiero, al menos no completamente. Con “política” me refiero a las elecciones, los funcionarios electos, los partidos políticos, y la interminable corriente de debates políticos y controversias legislativas, económicas, y judiciales de las que nuestras noticias diarias y medios sociales comentan constantemente.

¿Qué se supone que deba hacer un pastor con estas controversias y debates? Esa es mi pregunta.

Cuando los predicadores son rápidamente criticados por decir demasiado (¡no estás centrado en el evangelio!) o por decir muy poco (¡estás dormido!), nos corresponde pensar cuidadosamente sobre la relación entre el ministerio pastoral y la política.

Aquí hay siete consideraciones.

1. Deja que la Biblia establezca la agenda para tu ministerio semanal desde el púlpito.

Me encanta predicar a través de la Biblia, versículo por versículo. No soy lo suficientemente inteligente como para decidir lo que la congregación realmente necesita escuchar esta semana. Así que van a recibir Juan 5:1-18 este domingo. ¿Por qué? Porque la semana pasada oyeron Juan 4:43-54. Y en la noche escucharán Éxodo 24, porque el domingo pasado fue Éxodo 23. Eso significa que he hablado en los últimos dos meses sobre el aborto, la justicia social, y la esclavitud, porque eso es lo que ha sucedido en Éxodo. Quiero que mi gente espere que, como regla general, la Biblia establece la agenda, no mis intereses ni lo que yo considero relevante.

2. El evangelio es lo principal, pero no es lo único.

Es verdad que nunca debemos alejarnos de la cruz en nuestra predicación. Sin embargo, si vamos a dar “todo el consejo de Dios” (Hch. 20:26-27), debemos mostrar cómo otras mil cuestiones teológicas, filosóficas, y éticas están relacionadas con Cristo y este crucificado. Thabiti tiene razón: “Un evangelicalismo centrado en el evangelio que se convierte en un evangelicalismo ‘solo del evangelio’ deja de ser propiamente evangélico”. La Biblia es un gran libro. No dice todo sobre todas las cosas, y no dice nada sobre algunas cosas, pero sí dice mucho sobre muchas cosas.

La Biblia no dice todo sobre todas las cosas, y no dice nada sobre algunas cosas, pero sí dice mucho sobre muchas cosas.

 

3. Distingue entre la Iglesia corporativa y el cristiano individual.

Necesitamos creyentes en todos los niveles del gobierno que participen en todo tipo de debates públicos sobre cosas políticas. Pero hay una diferencia entre el ciudadano cristiano informado por la Biblia, y las declaraciones formales hechas por iglesias y desde los púlpitos de la iglesia. En la primera parte del siglo XX, la mayoría de los evangélicos apoyaban firmemente la ley seca. Cuando J. Gresham Machen tomó la infame decisión de votar en contra de que su iglesia expresara su apoyo a la ley, lo hizo, en parte, porque votar así no habría reconocido a “la iglesia en su capacidad corporativa como distinta de las actividades de su miembros con respecto a cuestiones políticas” (Selected Shorter Writings, 394).

4. Piensa en la naturaleza de tu oficio y el ministerio de tu iglesia.

Estudié ciencias políticas en la universidad, y he leído bastante —para ser un laico— sobre economía, sociología, y filosofía política. Tengo muchas opiniones y convicciones, pero de eso no quiero que trate mi ministerio. Eso no quiere decir que no haga comentarios sobre el aborto, o el matrimonio homosexual, o el racismo, u otros temas sobre los cuales la Biblia habla claramente. Sin embargo, siempre estoy consciente de que no puedo separar a Kevin el bloguero, ni a Kevin en Twitter, ni al professor Kevin del pastor Kevin. Como pastor, mis comentarios reflejan a mi iglesia, lo quiera o no.

Eso significa que guardo más convicciones políticas para mí de lo que lo haría de otra manera. No quiero que la gente concluya por mi presencia en línea que mi congregación es realmente solo una iglesia para gente que ve la economía como yo, o la Corte Suprema como yo, o asuntos exteriores como yo. ¿Significa esto que nunca trato los problemas más candentes? Para nada. Pero significa que trato de no hacerlo a menos que tenga una justificación bíblica explícita y directa para la crítica que presento o la posición que defiendo. También significa que trato de recordar que incluso si creo que mis tuits y publicaciones son solo una pequeña fracción de lo que hago o lo que soy, para algunas personas son casi todo lo que ven y saben de mí. No puedo permitirme tener una imagen pública que no refleje mis prioridades privadas.

Si creo que mis tuits y publicaciones son solo una pequeña fracción de lo que hago o lo que soy, para algunas personas son casi todo lo que ven y saben de mí

 

5. Considera que la iglesia como tal no es capaz ni está llamada a abordar cada tema importante en la plaza pública.

Esto no es un intento de escape. Es sentido común. He visto a comités denominacionales llamar a la iglesia a posiciones específicas con respecto al proyecto de ley agrícola, refugiados sudaneses, la guerra de Irak, fondos de jubilación, política de inmigración, aumentos de salario mínimo, embargos, el conflicto palestino-israelí, la economía global, las emisiones de gases de efecto invernadero, el bienestar social, y políticas impositivas. Aunque la Iglesia correctamente puede hacer declaraciones amplias sobre el cuidado de los pobres y oprimidos, e incluso puede denunciar pecados culturales específicos, la Iglesia no debe especificar qué tipos de rifles pueden o no pueden usar los cristianos (un ejemplo real), o qué tipo de filosofía judicial los cristianos deberían querer en la corte del Tribunal Supremo (otro ejemplo real).

De nuevo, el enfoque de Machen es instructivo. Insistía en que nadie “tiene un mayor horror por los males de la embriaguez que yo”, y que era “claramente el deber de la Iglesia combatir este mal”. Y sin embargo, en cuanto a la “forma exacta” de la legislación (si la hay), dejó que hubiese diferencia de opinión. Algunos hombres, sostenía, creían que la ley seca no era un método sabio para tratar el problema de la embriaguez, y que la prohibición forzada causaría más daño que bien. Sin expresar su propia opinión, Machen argumentó que “aquellos que sostienen la opinión que acabo de mencionar tienen un perfecto derecho a tenerla en lo que respecta a la ley de nuestra iglesia, y no deben ser coaccionados de ninguna manera por la autoridad eclesiástica. La iglesia tiene el derecho a ejercer disciplina donde se puede encontrar en la Escritura la autoridad para condenar un acto, pero no tiene ese derecho en otros casos” (p. 394-95).

6. Considera si has sido consistente.

Obviamente, hoy en día se habla mucho sobre justicia social y una serie de problemas asociados a menudo con la izquierda. Esto hace que la gente de la derecha esté un poco nerviosa, y con razón. La misión evangélica de la Iglesia ha quedado sepultada en el pasado bajo una avalancha de causas humanitarias y movimientos sociales. Al mismo tiempo, las preocupaciones de la derecha suenan un poco huecas cuando los pastores reparten guías de votantes partidistas, tuitean sobre el derecho a portar armas, cantan el himno nacional en la iglesia, y luego, cuando surge algo sobre racismo o justicia, comienzan a quejarse de la política en la iglesia. Estoy seguro que sucede lo mismo en ambas direcciones: nos sentimos bien siendo políticos hasta que alguien del otro lado también se vuelve político.

7. Prepárate para disparar cuando sea necesario, pero mantén seca tu pólvora.

Hay momentos en que la crisis nacional es tan absorbente, o el problema político tan obviamente perverso (o justo), que el ministro se sentirá obligado a decir algo. Piensa en el 11 de septiembre, o disturbios en tu ciudad, o una declaración de guerra. Sin embargo, estas son las excepciones que prueban la regla. Nuestros medios de comunicación, sin mencionar las redes sociales, nos hacen sentir como si todos los días fueran una crisis mundial, y cada hora un momento de crisis existencial. No le creas a los temas de moda. No existe una fórmula exacta para cuándo interrumpes tu serie de sermones, cuándo sueltas una bomba en un blog, o cuándo agregas eventos de actualidad a tu oración pastoral. Estas cosas requieren sabiduría, no soluciones de una sola talla. No obstante, sugiero que cuando se trata de política y política pública, la crianza de los hijos es una buena analogía: gritar funciona solo cuando se hace con moderación.

LEA ADEMÁS: ¿Debe la iglesia involucrarse en política? – Sugel Michelén


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Daniel Lobo. Foto de Joshua Sukoff en Unsplash

*Kevin DeYoung (MDiv, Seminario Teológico Gordon-Conwell) es pastor principal de la Iglesia Christ Covenant en Matthews, Carolina del Norte, presidente de la junta de The Gospel Coalition, profesor asistente de teología sistemática en el Seminario Teológico Reformado (Charlotte) y candidato a doctorado en la Universidad de Leicester. Es autor de numerosos libros, incluyendo Just Do Something. Kevin y su esposa, Trisha, tienen siete hijos.


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