Por: Paul Washer.
Hemos aprendido que la ira de Dios se manifiesta en la separación entre Dios y el hombre, siendo entregado este último al pecado, expuesto a la miseria y sujeto a la muerte física. A continuación, consideraremos la más grande de todas las manifestaciones de la ira divina: el infierno. Una de las verdades más solemnes de la Escritura es que las consecuencias del pecado no terminan con la muerte física. Después de la muerte, hay un juicio final, y aquellos que mueren en sus pecados son sentenciados a una eternidad en el infierno. Aunque esta doctrina es frecuentemente ridiculizada y rechazada, no podemos ignorar la clara enseñanza de la Escritura. Hay un lugar de juicio eterno para el impío.
Debemos proceder con mucha precaución en cualquier intento de entender la naturaleza del infierno. Por un lado, debemos ser cuidadosos de seguir las Escrituras y no las descripciones fantásticas del infierno creadas tanto por la literatura antigua y moderna como por los medios de comunicación. Por otro lado, debemos ser cuidadosos en no tratar de minimizar la doctrina del infierno o disminuir sus horrores. De acuerdo con las Escrituras, y especialmente con las enseñanzas de Jesucristo, hay un lugar real llamado «infierno» que es tan terrible en su sufrimiento como eterno en su duración.
Hades y Gehena
En el Nuevo Testamento se usan dos términos específicos para referirse al infierno: Hades y Gehena. Podemos tener un entendimiento más claro de la naturaleza del infierno a través de un estudio cuidadoso de estas dos palabras.
Hades
La palabra «Hades» viene de la palabra griega /hádēs/, que aparece 10 veces en el Nuevo Testamento. Aunque se emplea con mayor frecuencia como referencia a la muerte y la morada de los muertos en general, en Lucas 16:23 se usa claramente como referencia a un lugar en donde los impíos son atormentados. Hay dos interpretaciones principales con respecto al Hades y su relación con Gehena: ya sea que (1) el Hades es la morada temporal de los impíos hasta el juicio final donde los impíos se reúnen con sus cuerpos resucitados y son asignados al lugar de tormento eterno conocido como Gehena; o que (2) Hades y Gehena son referencias al mismo lugar de tormento. En la segunda interpretación, los impíos sufren en un estado incorpóreo antes del juicio final y la resurrección. Después de la resurrección y el juicio final, los impíos se unen con sus cuerpos resucitados y regresan al mismo lugar de tormento.
Gehena
La palabra «Gehena» (traducida como «infierno» en las Escrituras) es la forma en latín de la expresión aramea /gehinnam/, que se refiere al valle de Hinom (ver Jos. 15:8), el cual está ubicado al sur de Jerusalén (hoy se conoce como Wadi er-ababi). La forma griega de esta palabra es /géena/, la cual aparece doce veces en el Nuevo Testamento. Bajo los reinos de los malvados reyes Acaz y Manasés, era un lugar donde los padres ofrecían a sus hijos como sacrificio al dios amonita Moloc (Jer, 32:35; ver también 2 Rey. 16:3; 21:6). Durante el reinado de Josías, la práctica de sacrificio de niños terminó, y el valle de Hinom fue profanado (2 Rey. 23:10-14). Eventualmente, se convirtió en un lugar para la basura, los cadáveres de animales y los cuerpos de criminales ejecutados. También era un lugar de fuego y humo continuo, que estaba infestado de gusanos, lombrices y alimañas. Para el tiempo de Cristo, la palabra se usaba comúnmente para denotar el lugar de castigo final y tormento para los impíos, un lugar de muerte, contaminación, deshonra y miseria eterna.
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