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Por: A. W. Tozer

Este artículo forma parte de la serie «Encuentros con el Dios Todopoderoso»

«Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones! ¡Yo seré enaltecido en la tierra!». SALMO 46:10

Nuestros padres tenían mucho que decir sobre la quietud, y por quietud se referían a la ausencia de movimiento o la ausencia de ruido, o ambas cosas. Sintieron que debían estar quietos al menos una parte del día, o ese día se desperdiciaría. A Dios se le puede conocer en el tumulto del mundo si su providencia nos colocó allí durante ese tiempo, pero a Él se le conoce mejor en el silencio.

Así lo apoyaron, y así lo declaran las Sagradas Escrituras. La seguridad interna surge de la quietud. Debemos estar quietos para conocerlo. Apenas ha habido otro momento en la historia del mundo en el que la quietud fuera más necesaria de lo que es hoy, y de seguro que no ha habido otro momento en el que haya habido tan poca o en el que haya sido más difícil de encontrar.

Señor, en el mundo de hoy la quietud es muy rara, pero muy necesaria. Silencia mi mundo incluso por estos pocos momentos y háblame en la quietud, te lo ruego. Amén.

ARTÍCULO DE INTERÉS: Dios no es tu siervo – A.W. Tozer

Foto de Savvas Kalimeris en Unsplash


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