Por: Jeremiah Burroughs*
Jeremías 29:13: «y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón».
La forma en que Dios obra sobre el alma para llevarla a la justicia es haciéndola tener hambre y sed hasta que es satisfecha. Una persona que está hambrienta se aventuraría a pasar por el fuego para conseguir carne, porque eso es preferible a no tenerla. El alma que entiende el Dios con el que trata y la infinita necesidad de esta justicia para estar delante de Él, no puede desfallecer antes de tener la seguridad de que tiene esta justicia.
Si te presentas ante una persona hambrienta con bolsas llenas de oro o un conjunto de ropas delicadas cuando está a punto de morir, aunque le des todas las posesiones del mundo, no servirán de nada para satisfacer su hambre. Así sucede con el alma: «¡Si no tengo esta justicia moriré!», sin esta justicia, pereceré eternamente. Solíamos decir que el hambre atravesaría muros de piedra. No hay ningún trabajo difícil para alguien que quiere conseguir pan. El que tiene hambre y sed está determinado, sea cual sea su condición, para rendirse en sumisión a Dios, y es ahí donde fracasan los hipócritas.
Muchas personas sobre las que comienza la obra de Dios, empiezan a ver su necesidad de justicia. Caen en oración y se dedican a la palabra por un tiempo, pero pronto se agotan y cansan. El diablo los convence de vivir mejor de lo que lo hacían antes, y de que su justicia es suficiente, ¡y quedan satisfechos! El alma sobre la que Dios obra para salvación tiene hambre y sed por su justicia, y nada en el mundo le satisface sin ella. Lutero decía que la justicia entre los seres humanos era algo muy dulce, y que ser un buen ciudadano, un esposo casto o un mercader justo, es bueno. Pero convertir estas cosas en tu justicia delante de Dios es una abominación. Ten en cuenta este error: ¡es una roca peligrosa! No pierdas la justicia de Jesucristo.
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*Jeremiah Burroughs fue un congregacionalista inglés y un conocido predicador puritano