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Por: Sugel Michelén.

En la famosa obra de Juan Bunyan, titulada “El Progreso del Peregrino”, se ilustra la vida del creyente en este mundo a través del viaje de un personaje llamado “Cristiano” desde la Ciudad de la Destrucción hasta la Canaán celestial.

En una parte de su viaje Cristiano, y otro peregrino llamado Esperanza, caen en manos del Gigante Desesperación y de su esposa Desconfianza, quienes los encierran en el Castillo de la Duda.

Después de golpearlos severamente, y de echarlos en un calabozo inmundo, Desesperación y Desconfianza tratan de convencer a los peregrinos de que se quiten la vida porque ya no había esperanza para ellos.

Y como no pudieron convencerlos de eso, la Sra. Desconfianza sugiere a su marido que los saque al patio para mostrarles los huesos y calaveras de aquellos que ya habían sido despedazados por él; “y hazles creer – dice ella – que antes de una semana los desgarrarás, como has hecho con sus compañeros”.

Eso es lo que ocurre muchas veces cuando el creyente se desvía momentáneamente de su camino y atraviesa por un período de decadencia espiritual: casi siempre queda atrapado en el Castillo de la Duda.

Satanás hará todo lo posible por convencerlo de que para él no hay esperanza, que no vale la pena volver a hacer otro intento para salir de su situación.

Y cuando no puede hacerlo desistir de seguir luchando, entonces trae a su memoria los casos de aquellos supuestos creyentes que finalmente sucumbieron y apostataron de la fe, tratando de hacerle creer que si ellos no pudieron salir de esa prisión, él tampoco podrá hacerlo.

“Muéstrales los huesos y calaveras de aquellos que has despedazado – le dice la esposa al Gigante – y hazles creer que antes de una semana los desgarrarás como a ellos”.

Pero la historia no termina allí. Los peregrinos pudieron escapar de ese horrible Castillo porque recordaron que tenían una llave llamada “Promesa”.

Dios nos ha dejado todos los recursos necesarios para llegar sanos y salvos a nuestro destino final, a pesar de todos los peligros que tengamos que enfrentar en nuestro peregrinaje.

Si en este momento estás atrapado en el Castillo de la Duda, y Satanás está tratando de convencerte de que no hay esperanza para ti, recuerda que él es un mentiroso y un homicida.

En el paquete de la salvación que Dios nos ha dado por gracia vino incluido esa llave que abre todas las puertas del Castillo de la Duda. Escucha la promesa que Dios hace a Su pueblo que se había apartado de Él en el libro de Oseas:

Vuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído. Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios. No nos librará el asirio; no montaremos en caballos, ni nunca más diremos a la obra de nuestras manos: Dioses nuestros; porque en ti el huérfano alcanzará misericordia. Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos. Yo seré a Israel como rocío; él florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano (Oseas 14:1-5).

Dios promete sanar la rebelión de Su pueblo y hacerlos fructificar otra vez. Así como fuimos salvos por gracia, también somos recobrados por gracia.

Y lo que quiero que veamos en este último estudio sobre la Decadencia Espiritual son los remedios que debe emplear un cristiano cuando está atravesando por un período de declinación.

Y el primero de todos es este: Ocúpate en conocer el verdadero estado de tu alma delante de Dios.

Si vamos a recobrarnos de una enfermedad física es necesario que estemos conscientes de que tenemos un problema. Y lo mismo ocurre en nuestra vida espiritual. No voy a hacer el esfuerzo de salir de un estado de decadencia, si no estoy consciente de que estoy en esa condición.

Debemos venir delante de Dios con la actitud del salmista en el Salmo 139“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Sal. 139:23-24).

Eso es algo que debemos hacer, cuando menos cada vez que participamos de la Cena del Señor: “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa”, dice Pablo en 1Cor. 11:28. La meta de ese auto examen no es quedarnos lamentando lo mal que estamos, sino volver a buscar la gracia de Cristo para el perdón y la restauración.

Y ¿cómo podemos llevar a cabo este proceso de auto examen? De la misma manera como los doctores llevan a cabo una evaluación médica: haciendo preguntas.

Para eso quiero compartir con Uds. un cuestionario que aparece en el libro de Donald Whitney, que se titula precisamente “Diez Preguntas para Diagnosticar tu Salud Espiritual”; voy a detenerme en algunas de esas preguntas, trayendo aquí y allá algunas aplicaciones prácticas.

1. ¿Sientes todavía sed por Dios?

2. ¿Eres cada vez más gobernado por la Palabra de Dios?

3. ¿Estás creciendo en tu amor por los demás?

4. ¿Estás más sensible que antes a la presencia de Dios?

5. ¿Estás experimentando una medida creciente de preocupación por las necesidades espirituales y temporales de otros?

6. ¿Te deleitas en la esposa de Cristo, que es Su iglesia?

7. ¿Son las disciplinas espirituales importantes para ti en una medida creciente?

8. ¿Todavía sientes dolor por tu pecado?

9. ¿Eres una persona que perdona rápidamente?

10. ¿Qué tanto anhelas el cielo y estar con Jesús?

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3 comentarios en «10 preguntas para diagnosticar tu salud espiritual – Sugel Michelén»

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