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Por: Paul Washer

Muy cercano a la ira o el enojo de Dios está Su aborrecimiento u odio tanto al pecado como al pecador. Otras dos palabras que se usan en asociación a esta disposición divina hacia el pecado son «detestar» y «abominar».

Una declaración popular que se usa con frecuencia en el cristianismo contemporáneo es: «Dios odia el pecado, pero ama al pecador». Aunque en un sentido esta declaración es verdadera, también es muy engañosa, porque solo muestra un lado de la moneda: dice una verdad a medias.

Hay un sentido real en el que Dios ama al pecador y es benevolente para con él. Sin embargo, hay otro sentido igualmente real en el que el pecador es el objeto de la ira, santo disgusto, abominación, aborrecimiento y odio de Dios. Las Escrituras nos enseñan que Dios no odia y aborrece solo al pecado; más bien, esta disposición también se extiende hacia aquellos que practican el pecado.

Debemos entender que es imposible separar el pecado del pecador. Dios no castiga al pecado; Él castiga a los pecadores. Es el hombre que practica el pecado, no el pecado como tal, el que está condenado a la ira de Dios en el infierno.

Es innegable que la Escritura usa palabras como «aborrecimiento» y «odio» para describir la disposición hacia el pecador que no se arrepiente. Por lo tanto, es imperativo que entendamos correctamente la verdad que está siendo comunicada.

Consideraremos algunos puntos útiles.

En primer lugar, debemos entender la realidad del odio de Dios. El Webster’s Dictionary define «odio» como «un sentimiento de extrema enemistad hacia alguien; tratar a alguien con hostilidad activa o tener fuerte aversión hacia otro; detestar, aborrecer o abominar». Aunque  estas son palabras duras y ásperas, la mayoría (si no es que todas) se usan en las Escrituras para describir la relación de Dios con el pecado y el pecador.

En segundo lugar, debemos entender que el odio de Dios existe en perfecta armonía con todos Sus otros atributos. Contrario al odio del hombre, el odio de Dios es santo y justo. De hecho, el aborrecimiento de Dios hacia el mal —y hacia aquellos que lo practican— es el resultado de Su santidad, justicia y amor. Dios ama todo lo que es recto y bueno con la mayor intensidad; de manera correspondiente, odia todo lo que es perverso y malvado con igual intensidad. Considera esta verdad: somos criaturas caídas; sin embargo, cuando leemos del Holocausto de la Alemania Nazi, no podemos permanecer neutrales… nos quema una  indignación, abominación y aborrecimiento justo, no solo contra los horrendos crímenes que se cometieron, sino también contra aquellos que los cometieron. ¡Cuánto más el Dios supremamente santo y justo, que considera el pecado infinitamente malvado, aborrecerá e incluso abominará tanto el pecado como al pecador!

En tercer lugar, debemos entender que la verdad de la ira de Dios y el odio hacia el pecador no es una negación de Su amor. Debido a la santidad, rectitud y justicia de Dios, Su ira está sobre el pecador que no se arrepiente (Jn. 3:36); Él está airado contra el impío todos los días (Sal. 7:11), y odia a todos los que hacen iniquidad (Sal. 5:5). Sin embargo, Su amor es de tal naturaleza que Él es capaz de ser benevolente, lleno de gracia y misericordioso para aquellos que son el mismo objeto de Su odio, y obrar en su beneficio para salvación. La santidad y justicia de Dios arden en contra del pecador. Sin embargo, con una mano Su misericordia detiene Su ira, y con la otra Él atrae al pecador para ser reconciliado a través del evangelio.

En cuarto lugar, debemos entender que el odio de Dios tendrá una manifestación final. Aunque la misericordia de Dios detiene Su ira y extiende una rama de olivo de paz para el pecador, llegará un tiempo en el que Él retirará Su oferta, y la reconciliación ya no será posible.

En ese momento, todo lo que quedará para el pecador que no se arrepiente será la terrible manifestación de la ira y el santo odio de Dios contra el impío. Los hombres pecadores deberían considerar esta verdad con temor y temblor.

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3 comentarios en «¿Es bíblica la frase «Dios odia el pecado, pero ama al pecador».? – Paul Washer»

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