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Por: A.W. Tozer.

Hebreos 12:2: puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

Aunque Dios está en el centro del misterio eterno, no necesariamente ha de existir incertidumbre acerca de cómo actuará en cualquier situación cubierta por Sus promesas. Estas promesas son predicciones infalibles. Dios siempre hará lo que ha prometido hacer cuando se cumplen Sus condiciones. Y sus advertencias no son menos predictivas: «no se levantarán los malos en el juicio, Ni los pecadores en la congregación de los justos» (Salmos 1:5).

A la vista de esto ¡Cuán vano es el esfuerzo de tener fe esforzándonos por creer las promesas de las sagradas Escrituras! Una promesa solo es tan buena como aquel que la realizó, pero también es tan buena como aquel que la realiza, y de este conocimiento brota nuestra seguridad. Cultivando el conocimiento de Dios estamos cultivando la fe al mismo tiempo. Sin embargo, al hacer esto, no miramos hacia nuestra fe sino a Cristo, su autor y consumador. La vista del alma no está hacia dentro, sino hacia fuera y hacia arriba, hacia Dios. Así se asegura la salud del alma.

Foto de Guilherme Stecanella en Unsplash



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