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Por: Drew Josephs.

Este artículo forma parte de la serie Los 100 hombres principales de la Biblia.

En fin, hizo más para provocar la ira del SEÑOR, Di de Israel, que todos los reyes de Israel que lo precedieron 1 REYES 16.33

Este relato bíblico sobre la vida de Acab es muy significativo, porque no se puede decir de los reyes Israel antes de Acab hubieran sido una panda de que angelitos. Habían enojado mucho a Dios. Acab era extraordinariamente bueno en eso de ser malo.

Las Escrituras no detallan muchos de los pecados de Acab, pero se casó con una malvada princesa sidonia llamada Jezabel, que los condujo a él y a su país a la adoración a Baal. Ahí es donde parece que comenzó el mal.

Durante una sequía, Dios ordenó a Elías que se presentara ante Acab. Así es como el rey saludó al profeta de Dios: «¿Eres tú el que le está creando problemas a Israel?» (1 Reyes 18.17). Su relación no iba a mejorar, pues Elías convocó un enfrentamiento entre Baal y el SEÑOR, y el dios de Jezabel no ganó.

Elías acabó con los sacerdotes de Baal, y la sequía terminó al concluir la confrontación. Pero, para entonces, tanto el rey como la reina odiaban profundamente a Elías.

Entonces Ben Adad, rey de Siria, reunió a otros treinta y dos reyes y envió un mensaje arrogante a Acab, reclamándole su familia y posesiones. Aunque Acab envió un mensaje conciliador, no fue suficiente para el gobernante de Siria: lo quería todo. Pero los ancianos de Israel animaron a su pusilánime rey a mantenerse firme.

Dios usó al rey malvado para defender a su pueblo. Prometió entregar el enorme ejército de Ben Adad en manos de Acab, y luego le dio a Israel estrategias de guerra específicas. Cuando comenzó el ataque de Israel, Ben Adad estaba ebrio, y los otros reyes no se defendieron bien. El rey de Siria escapó con vida a duras penas.

Ben Adad regresó a la primavera siguiente. Dijo que los israelitas habían ganado el primer asalto porque su Dios era un dios de las montañas. Así que Dios estaba a punto de mostrar que también gobernaba en las llanuras. Ben Adad había escogido su lugar, y Dios demostró tener razón. En un solo día, Israel mató a 100.000 guerreros sirios, y los 27.000 que escaparon a la ciudad de Afec murieron al caer la muralla sobre ellos. Pero Ben Adad seguía vivo y pidió la paz. El precio que ofreció Siria le pareció bueno a Acab, así que Ben Adad quedó libre. Pero un profeta vino a Acab y le dijo que su vida reemplazaría a la de Ben Adad, a quien Dios había querido destruir. Cuando el malhumorado Acab viajó a Samaria, sus ojos se fijaron en una bonita viña que quería poseer.

Pero su dueño, Nabot, consciente de que la viña era un patrimonio que le había sido dado por Dios, no la vendía. Mientras el rey de Israel estaba enfurruñado en su cuarto, Jezabel conspiró para conseguir esa parcela. Pagó a unos hombres para que acusaran en falso al justo Nabot, e hizo que lo mataran por blasfemia.

Mientras el gobernante de Israel se regocijaba en su nueva adquisición, Elías llegó para informar que Señor conocía la verdad y que los perros lamerían la sangre de Acab en el lugar donde Nabot había muerto. El malvado rey se arrepintió por un tiempo, pero, tres años más tarde, cuando el rey de Judá lo convenció para ir a la batalla contra Siria, Acab escuchó a los falsos profetas, que le aconsejaron que fuera a la guerra. El cobarde Acab se disfrazó, pero durante la pelea fue alcanzado  por un arquero y murió después de horas de sufrimiento. Su cuerpo fue llevado a Samaria, y la sangre que se había acumulado en su carro fue lamida por los perros, tal como Dios lo había prometido.

La gente puede pensar que ser malvado es emocionante o conlleva poder. Acab nos muestra lo contrario. Era un cobarde que vivía dominado por su esposa. Aunque ganó algunas batallas, no fue por sus fuerzas.

¿Quieres tener verdadera fuerza? Sirve solamente a Dios.

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