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Por: Alejandra Minton

Si alguna vez has corrido por largo tiempo, sabes que no es cómodo. De hecho, puede ser insoportable cuando estás aprendiendo a correr distancias por primera vez. Tus pulmones comienzan a arder, tu costado envía dolores agudos a través de tu cuerpo, y se siente como si tus piernas fueran como gelatina, listas para colapsar debajo de tu cuerpo, que ahora se siente como si pesara tanto como un elefante. Así es como se puede sentir nuestra vida en esta tierra caída. Como las circunstancias en nuestras vidas son demasiado pesadas para soportarlas, parece que colapsaremos bajo el peso de todo. 

Estoy en medio de una temporada de sufrimiento ahora, y si tú también te encuentras en una, entonces es posible que el cansancio y la fatiga pueden aparecer física, mental y emocionalmente. A veces parece que no hay forma de que puedas pasar esta temporada. En medio de este tiempo de sufrimiento, me encontré con Hebreos 12 que usa la metáfora de una carrera para ejemplificar la vida cristiana. 

En Hebreos 12:12, mientras exhorta a los creyentes a correr bien la carrera, el autor dice: «Por tanto, fortalezcan las manos débiles y las rodillas que flaquean». Pero, cuando estás en medio del sufrimiento, una exhortación como esa parece imposible de hacer. Me encontré preguntándole al Señor: «¿Cómo se supone que no me canse? ¿Cómo me levanto y me fortalezco?».

La respuesta a mi alma cansada, fatigada e inquisitiva vino en ese mismo capítulo: “…corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios» (12:1b-2). 

Si queremos correr bien la carrera que Dios nos ha puesto delante para correr y si queremos poder levantar nuestras manos caídas y fortalecer nuestras rodillas débiles, debemos mirar a Jesús. Es en Jesús que hay fuerza y capacidad de perseverar y soportar durante una temporada de sufrimiento. 

El autor nos recuerda: «Consideren, pues, a Aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra Él mismo, para que no se cansen ni se desanimen en su corazón. Porque todavía, en su lucha contra el pecado, ustedes no han resistido hasta el punto de derramar sangre» (vv. 3-4). 

Mientras buscas mirar a Jesús en este momento de sufrimiento, el autor nos anima con la verdad de que Jesús comprende nuestro sufrimiento. En medio de todas las luchas, el dolor, las lágrimas y la angustia, reconoce que Jesús entiende lo que es el sufrimiento. Él experimentó el sufrimiento más grande que el mundo jamás conocerá: tomó nuestro pecado y nuestra vergüenza, y murió en la cruz por nosotros. Y por eso es que podemos acercarnos al trono de la gracia y encontrar toda la fuerza en Cristo para correr bien esta carrera. 

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Hermana, nadie comprende mejor tu dolor que Jesús. Él conoce tu dolor. Él conoce la pesadez que está sobre tu alma. Pero no tienes que colapsar, no tienes que pasar esta temporada a duras penas. Puedes esforzarte y perseverar con la gracia que Dios te ha dado a través de Su Hijo que murió en la cruz por ti para que puedas tener todo lo que necesitas (Efesios 1:18), para glorificarlo en esta temporada. Así que, quita tus ojos de ti misma y ponlos en Jesús.

Artículo propiedad de Aviva Nuestros Corazones. Foto de Portada Danie Franco en Unsplash

*Alejandra Minton. Salvada por gracia, hija del Rey de reyes, recién casada con Kyle y apasionada por estudiar y enseñar la Palabra de Dios.


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Un comentario en «En tu sufrimiento, pon tus ojos en Jesús»

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