Por: A. W. Tozer
Este artículo forma parte de la serie «Mi búsqueda diaria«
¿Se lo puede imaginar? El gran Dios todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, dijo: “Este es mi nombre por todas las generaciones, así me recordarán para siempre: YO SOY EL QUE SOY. Nunca fui creado; no fui hecho, YO SOY. Te hice por mi amor, te hice para que me adores, honres y glorifiques. Te hice para amarte, sostenerte y darme Yo mismo a ti. Pero me diste la espalda. Y te convertiste en tu propio dios y te sentaste en el trono”. Eso es el pecado.
Es por eso que las Escrituras dicen: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). ¿Qué significa “nacer de nuevo”? Entre otras cosas, implica una renovación, un nuevo nacimiento, pero también es salir del trono y colocar allí a Dios. Significa que el que existe por sí mismo es reconocido como Quién es.
Con reverencia y humildad, me postro ante su Hijo, que murió y resucitó y vive e intercede, y digo: “Oh, Señor Jesús, me doy por vencido. No me voy a sentar más en el trono ni a dirigir más mi propia vida. No voy a confiar en mi propia prudencia, que es solo un trapo sucio. No voy a seguir creyendo en mis propias buenas obras ni en mis actividades religiosas. Voy a confiar en ti, el Dios de gracia, el Dios que dio a su Hijo para que muriera”. Y así se produce el nuevo nacimiento y yo confío en el Señor Jesucristo, el Hombre de la gloria, mi Señor y Salvador. Y entonces soy salvo.
Hace mucho tiempo hubo alguien llamado Lucifer, a quien Dios le había dado una posición más alta que a cualquier otra criatura: en el mismísimo trono de Dios. Un día el orgullo se apoderó de él y dijo: “Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré” (vea Isaías 14:12–14). Y se volvió tan orgulloso que Dios lo derribó. Ese es el diablo.
Y es el diablo quien ahora dirige el mundo, el “príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:2), metido entre los líderes de la sociedad, nuestros políticos, los hombres de letras y todo el resto. Esto es cierto no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo desde el día en que Adán pecó. Somos culpables de ofender su majestad, de insultar a la Realeza que se sienta en el trono eterno, increado. Somos culpables de una rebelión sacrílega.
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No es que usted le haga un favor a Jesús al pasar adelante y llenar una tarjeta con una gran sonrisa. Se trata de que usted tome conciencia de que ha estado ocupando un trono robado: el que le pertenece a Jesucristo, el Hijo del Padre.
Usted ha estado diciendo “YO SOY EL QUE SOY” en letras mayúsculas cuando en realidad debería decir dócil y reverentemente: “Oh, Dios, yo soy porque tú eres”. Eso es lo que significa el nuevo nacimiento. Significa arrepentimiento y fe.
Fuente: Los atributos de Dios volumen dos con guía de estudio por A. W. Tozer Publicado por Casa Creación