Por: A. W. Tozer
Este artículo forma parte de la serie «Mi búsqueda diaria«
En todos los tratos providenciales de Dios conmigo, yo debo tomar posición y decidir que la manera de Dios es la correcta. Cuando las cosas parecen andar mal para mí, en vez de creer que andan mal, creo que andan bien. Tomo por fe Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.
Yo tengo que decidir si voy a ir por mi camino o voy a confiar ciegamente en la sabiduría de Dios. Si confío ciegamente en la sabiduría de Dios, Él promete: “Y guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé” (Isaías 42:16). Dios me conducirá hasta el fin y “me probará, y saldré como oro” (Job 23:10). Y Dios me introducirá a un rico lugar y me enriquecerá con tesoros del cielo que nunca mueren.
Pero si un hombre prefiere su propio camino, el Señor lo dejará que siga su propio camino. Tenemos que decidir como cristianos si insistiremos en nuestros planes y ambiciones, o si tomaremos el camino de Dios. Si insistimos en nuestros planes y ambiciones, ponemos en peligro todo lo que tenemos, porque carecemos de la sabiduría para saber cómo hacerlo. No se atreva usted a manejar su vida.
En una ocasión subí a un vuelo que salía de Nueva York y al despegar estaba terriblemente ventoso. Un hombre sentado a mi lado había volado mucho, pero no le gustaba la turbulencia. “Bueno”, dije yo, “cuando sobrevolemos la ciudad y ganemos altitud, se estabilizará”. Y así fue. Pero cuando estábamos en
esa turbulencia, no salté de mi asiento y corrí a la cabina y les dije a los pilotos: “Bueno, escuchen muchachos, déjenme tomar el mando”. ¿Sabe lo que hubiera ocurrido si yo hubiese tomado el mando? Habríamos caído en picada en Times Square. No tomé el mando; dejé que los pilotos tuvieran el control.
No me preocupa una pequeña turbulencia cuando aterrizamos o despegamos, pero cuando estamos volando a 17 000 pies y se enciende la señal de “Ajuste su cinturón”, me digo: “Oh, oh, ¿qué ocurre ahora?”. Pero siempre he mantenido la calma, y nunca he ido adelante a la cabina a decir: “Ahora, ustedes dos, salgan de allí”. ¡Nunca!
Y, sin embargo, le estamos haciendo eso a Dios todo el tiempo. Vamos a la iglesia y oramos para entregar nuestro corazón al Señor; firmamos una tarjeta y estamos convertidos; nos unimos a la iglesia y nos bautizamos. Pero luego las cosas se ponen turbulentas y corremos y decimos: “Señor, ¡déjame manejar
esto!”. Es por eso que estamos tan confundidos en nuestra vida cristiana. No estamos listos para dejar que Dios maneje nuestro mundo por nosotros; que maneje nuestra familia, nuestros negocios, nuestro hogar, nuestro trabajo, nuestro todo.
El sabio Dios siempre piensa en el sumo bien de usted, por el mayor tiempo. Él siempre hace lo que hace con impecable precisión, viendo el fin desde el principio, sin cometer errores jamás y sin pedirle a usted nada que no pueda hacer o que no tenga. Él nunca hace demandas injustas, porque sabe que usted
es carne y lo trata con un corazón compasivo. Cuando le ordena algo, siempre le da el poder para obedecer esa orden. Usted puede confiar en esta clase de Dios. La dificultad con nosotros es que no confiamos en Dios. Y por eso estamos en el aprieto en que estamos.
¿Va usted a entregarle todo al Infinito amor?
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Es una bendicion su envio, cuando se sirve, obedece y hacemos su voluntad, este envio nos edifica.
Amén, muy verdadero todo lo expresado, gracias por su tiempo, edifica, anima, Dios los bendiga enormemente! Soy Verónica, de Rosario, Argentina.
Bendiciones!