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Por: A. W. Tozer

Al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén. JUDAS 1:25

Es perfectamente posible respetar a alguien, pero no admirarlo. Por lo tanto, es probable que alguien sienta remotamente cierto respeto teológico por Dios y, aun así, no admire lo que ve, no lo admire a Él.

Hay algo en lo que reflexiono a menudo: cuando Dios hizo al hombre a su imagen, le dio la capacidad de apreciar y admirar a su Creador. Suelo meditar en eso en los siguientes términos: hay al menos dos clases de amor: el amor por gratitud y el amor por la excelencia. Ahora bien, podríamos amar a Dios porque le agradecemos, o podríamos ir más allá y amarlo por lo que Él es.

Es posible que el amor comience por gratitud, sin embargo, hay un nivel de amor superior, y es el amor por la excelencia. El primero puede amar a Dios a partir de un profundo sentimiento de gratitud por lo Dios ha hecho. Pero, por encima de ello, está el amor por la excelencia. Cuando me enfoco en Dios y entro en comunión con su presencia, que empiezo a participar de esa cualidad afectuosa que simplemente le ama por su excelencia. Él es todo lo que en realidad necesito.

¡Alábenle! ¡Alábenle!

Hablen de su excelente grandeza.

¡Alábenle! ¡Alábenle!

¡Con cántico alegre!

FANNY CROSBY (1820-1915)

Querido Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, la excelencia de mi naturaleza revelada a mí en Jesucristo eleva mi corazón a los cielos, en alabanza y adoración. Que tu nombre se glorifique hoy en mi vida. Amén.

Tomado de «Mi búsqueda diaria», devocionales para cada día.

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