Por: John MacArthur.
La dádiva voluntaria bajo la ley mosaica se hacía además de la dádiva necesaria. Y al igual que antes de Moisés, la dádiva voluntaria era proporcionada, generosa, expiatoria y de corazón.
Primero que todo, Números 18:12 describe el principio de la primicia: «De aceite, de mosto y de trigo, todo lo más escogido, las primicias de ello, que presentarán a Jehová, para ti las he dado«. Dios puso el ejemplo de darles lo mejor a los levitas de lo que el pueblo le había ofrendado a Él. Por ende, si queremos agradarle con nuestra dádiva, debemos darle al Señor lo primero y lo mejor de lo que ganemos. Cuando dé así de lo mejor de la flor y nata- le está dando a Dios lo que tiene y está creyendo en Él para lo que no tiene.
Cuando las personas confiaban en Dios y estaban dispuestas a darles las primicias, aunque no supieran exactamente cuanto tendrían, Él los recompensaba y bendecía abundantemente: «Honra a Jehová con tus bienes, Y con las primicias de todos tus frutos; Y serán llenos tus graneros con abundancia y tus lagares rebosarán de mosto» (Pr. 3:9-10; cp. 11:24). Esa es la esencia de la dádiva voluntaria. Es una cantidad generosa, dada por fe, de lo mejor de nuestros recursos.
Segundo, el libro de Éxodo ilustra que a Dios le importa más la actitud del corazón del dador en la dádiva voluntaria. No había pancartas ni carteles puestos en los alrededores del campamento de Israel con recordatorios impresos tales como: «¿Ya dio su diezmo?» Tales métodos motivacionales del estilo contemporáneo no eran necesarios porque las personas daban la cantidad que querían y tenían planeado en sus corazones. Los siguientes versículos de Éxodo demuestran esa verdad:
Y habló Moisés a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: Esto es lo que Jehová ha mandado: Tomad de entre vosotros ofrenda para Jehová; todo generoso de corazón la traerá a Jehová; oro, plata, bronce. (Éx. 35:4-5)
Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, con ofrenda a Jehová para la obra del tabernáculo de reunión y para toda su obra, y para las sagradas vestiduras. Vinieron así hombres como mujeres, todos los voluntarios de corazón, y trajeron cadenas y zarcillos, anillos y brazaletes y toda clase de joyas de oro; y todos presentaban ofrenda de oro a Jehová. (Ex. 35:21-22)
De los hijos de Israel, así hombres como mujeres, todos los que tuvieron corazón voluntario para traer para toda la obra, que Jehová había mandado por medio de Moisés que hiciesen, trajeron ofrenda voluntaria a Jehová. (Ex. 35:29)
y hablaron a Moisés, diciendo: El pueblo trae mucho más de lo que se necesita para la obra que Jehová ha mandado que se haga. Entonces Moisés mandó pregonar por el campamento, diciendo: Ningún hombre ni mujer haga más para la ofrenda del santuario. Así se le impidió al pueblo ofrecer más. (Ex. 36:5-6)
Hoy día raras veces se encuentran iglesias que sean tan consecuentes, generosas y proporcionadas como Israel (cp. Dt. 16:10, 17; 1 Cr. 29:9-10, 16). Esa es la dádiva voluntaria de corazón y en cuanto a la dádiva para el tabernáculo, en ocasiones hasta se excedía grandemente de las necesidades actuales y es según el plan y voluntad del Señor.
Tomado del libro ¿A quién pertenece el dinero? Del pastor John MacArthur, editorial Portavoz.
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