Por: Paul Washer.
El regalo más importante e indispensable que el Señor le ha dado a la iglesia es la Biblia. No hay otra fuente de verdad infalible con respecto a la persona, los decretos, las obras, la voluntad y las promesas de Dios. El apóstol Pablo en su carta a su joven colaborador, Timoteo, poderosamente afirma esta verdad: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra” (2Ti 3:16-17).
Aunque las Escrituras no necesitan la validación humana, por nuestro bien es importante afirmar que la inspiración, la infalibilidad y la esencialidad absoluta de las Escrituras han sido la convicción permanente de la verdadera iglesia a lo largo de los siglos. La Confesión de Westminster y la Confesión Bautista de Londres de 1689 declaran:
La Santa Escritura es la única regla suficiente, segura e infalible de todo conocimiento, fe y obediencia salvadores… para conservar y propagar mejor la verdad y para un establecimiento y consuelo más seguros de la Iglesia contra la corrupción de la carne y la malicia de Satanás y del mundo, le agradó poner por escrito esa revelación en su totalidad, lo cual hace a las Santas Escrituras muy necesarias, habiendo cesado ya aquellas maneras anteriores por las cuales Dios reveló Su voluntad a Su pueblo.
Si de alguna forma dudamos en afirmar la inspiración, la infalibilidad o la suficiencia de las Escrituras, entonces un fundamento seguro para la vida cristiana siempre permanecerá fuera de nuestro alcance. Seremos “llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina” (Ef 4:14). Seremos esclavos de nuestros pensamientos, emociones e impulsos más frecuentes y erróneos. Estaremos plagados de una esperanza siempre fluctuante, un temperamento impredecible y una conducta errática.
¿CUÁL ES LA MEJOR MANERA DE ESTUDIAR LA BIBLIA?
Durante Su tentación en el desierto, Jesús afirmó la absoluta esencialidad de las Escrituras en la vida del creyente cuando declaró: “Escrito está: ‘No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’” (Mt 4:4). Aquí vemos que con la mayor diligencia debemos alimentarnos de la Palabra para nutrirnos espiritualmente conforme nos alimentamos de alimentos físicos para nuestra nutrición diaria.
La Biblia es un libro inspirado, pero no es un libro mágico. Sus palabras y sus verdades simplemente no saldrán volando de las páginas hacia el corazón y la mente de quien la posee. Para sacar provecho de las Escrituras debemos estudiarlas y hacerlo con diligencia. El apóstol Pablo le escribió a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad” (2Ti 2:15). Y de nuevo le dice: “Entretanto que llego, ocúpate en la lectura de las Escrituras, la exhortación y la enseñanza… Reflexiona sobre estas cosas; dedícate a ellas, para que tu aprovechamiento sea evidente a todos” (1Ti 4:13, 15).
Si bien es cierto que Pablo estaba exhortando a un hombre que había sido ordenado para el ministerio, sus exhortaciones tienen una aplicación más amplia y general para cada creyente. Una fe bíblica, reformada y evangélica llama a cada creyente —al santo más maduro y al converso más reciente— a estudiar, entender y aplicar las Escrituras. Cuando Jesús declaró: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, ciertamente tenía en mente a todo hombre (Mt 4:4). ¡Cuánto más a los de la familia de la fe!
Nuestro caminar hacia la madurez cristiana se basa en nuestro conocimiento de la persona, los decretos, la obra, la voluntad y las promesas de Dios. Tal conocimiento es imposible sin un estudio personal diligente de las Escrituras, una exposición constante a la exposición bíblica y una comunidad en una iglesia verdaderamente bíblica. Si descuidamos este fundamento, tenemos pocas esperanzas de avanzar en el conocimiento de Dios o de crecer en conformidad con Su voluntad.
Ya sea que seas nuevo en la fe cristiana o un santo de muchos años, el mayor medio para crecer en el conocimiento de Dios es la lectura simple de las Escrituras desde Génesis hasta Apocalipsis una y otra vez como una disciplina de la vida diaria. Como ministro ordenado, estudio la Biblia durante varias horas al día y, sin embargo, he descubierto que nada reemplaza la lectura diaria simple de las Escrituras. Por lo tanto, te recomiendo lo que ha sido de mayor beneficio para mí.
Aparta tiempo cada día simplemente para leer las Escrituras. No te apresures ni te preocupes por tener un ritmo lento. Algunas porciones de las Escrituras permiten una lectura más rápida que otras. Algunos días puedes leer de tres a cinco capítulos. Otros días, puedes leer solo uno. La meta es disfrutar las Escrituras, crecer en el conocimiento de Dios y ser transformado por ese conocimiento.
Este artículo sobre La Biblia es un regalo de Dios fue adaptado de una porción del libro Los medios esenciales de la gracia escrito por Paul Washer y publicado por Poiema Publicaciones.
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