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Por: Charles Stanley

Cristo nos dijo que tendríamos aflicciones (Jn 16.33), y estaba en lo cierto, ¿no es verdad? Por muy desagradables que sean los problemas, tenemos motivos para dar gracias. Ayer vimos tres ayudas con las que podemos contar durante la adversidad: la presencia de Dios, una guía en medio del problema y el potencial para crecer. Hoy, exploremos dos más.

  1. PROTECCIÓN. Dios no evita que los creyentes suframos, pero sí nos ofrece protección al acompañarnos en la lucha. Una vez que pusimos nuestra fe en Cristo, el Espíritu de Dios habita en nosotros y nunca nos deja. Además, tenemos la seguridad de que nada puede separarnos de su amor (Ro 8.38, 39). Así que, nuestro Dios camina con nosotros en medio de las dificultades, dándonos orientación y revelándonos la verdad.
  2. PAZ. Aunque las dificultades causan ansiedad, la paz de Dios está disponible para quienes lo buscan. Esta serenidad interior no depende de que las circunstancias mejoren; es el resultado de nuestra relación con Él. Por esta razón, debemos preocuparnos más por confiar en Dios que por arreglar el problema.

Al reconocer la provisión del Señor, podemos expresar gratitud de una manera genuina, lo que fijará nuestros ojos en Él y no en nuestras circunstancias. Puede que no sepamos cuál es el propósito de cada prueba, pero sí sabemos que nuestro Dios es bueno y confiable.

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