Por: J. C. Ryle.
Si queremos crecer en la gracia, y tener una esperanza más viva, hemos de procurar vigilar más en épocas de prosperidad. No sé de ningún instante en la vida del creyente en que su alma esté en tan grave riesgo, como cuando las cosas le van bien. El creyente entonces contrae enfermedades espirituales, y pone los cimientos de muchos días de oscuridad y duda en el hombre interior. Tú y yo queremos que nuestra vida transcurra con tranquilidad, y es natural que la carne y la sangre lo deseen.
Pero tú y yo no nos damos cuenta de lo peligroso que es el curso de nuestra religión. La semilla de la enfermedad se siembra generalmente en la salud. Es en las épocas de solaz, las vacaciones, que se olvidan las lecciones aprendidas. Es lo dulce que perjudica a los niños, no lo amargo. Es el favor del mundo que lastima a los creyentes, más que el hecho que el mundo les frunza el ceño. David no cometió adulterio cuando estaba huyendo de Saúl. Pero cuando él era el rey, y Saúl muerto, y había paz en Israel, entonces cayó.
El cristiano, en El Peregrino, no perdió su evidencia mientras estaba luchando con Apolion, sino que fue en la agradable enramada y no había ningún enemigo cerca. ¡Oh!, si queremos tener la esperanza viva, hemos de vigilar los días de prosperidad y ser sobrios.
Tomado del folleto “La Cruz de Cristo” de J. C. Ryle