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Las convulsiones pueden tener lugar tanto en personas adultas, como en niños, incluso en recién nacidos o en prematuros. Son más frecuentes de lo que pensamos. No obstante, en estos últimos, las convulsiones no son fáciles de identificar.

Para poder entenderlo, primero hay que conocer qué son las convulsiones. Muchos pensamos que son agitaciones del cuerpo bruscas que dejan a la persona inconsciente muchas veces. Sí y no. La Asociación Española de Pediatría (AEP) las define, durante el periodo neonatal, como “la expresión clínica por excelencia de una disfunción del Sistema Nervioso Central”.

En concreto, dice que se manifiestan por una alteración en la función neurológica, ya sea motora, de la conducta, autonómica, o por una combinación de ellas. “No siempre es fácil identificarlas y pueden pasar desapercibidas especialmente en el recién nacido asfíctico o prematuro”, según reconoce el neonatólogo del Hospital Ruber Internacional, el doctor Gonzalo Zeballos.

Así, y en contraste con los niños mayores, las convulsiones en los recién nacidos no suelen estar bien definidas y presentan patrones muy poco organizados y difíciles de reconocer.

Todo ello, según afirma la Asociación Española de Pediatría, está en relación con el desarrollo anatómico, bioquímico y fisiológico del sistema nervioso central durante la época perinatal. Según puntualiza, la incidencia de convulsiones neonatales es del 0,15-1,4 % de los recién nacidos.

La Sociedad Española de Neurología (SEN) aclara por su parte que, además de todo lo expuesto, los niños prematuros que sufren convulsiones con frecuencia se encuentran con ventilación asistida o sedados, lo que dificulta aún más la identificación de una manifestación crítica de convulsiones.

“Esta puede pasar desapercibida, o confundirse con diversos movimientos del recién nacido considerados normales, especialmente en niños prematuros, que con frecuencia presentan temblores exagerados o sobresaltos ante mínimos estímulos nociceptivos”, remarca la sociedad científica.

De hecho, sólo un tercio de las crisis epilépticas en recién nacidos tienen expresión clínica, tal y como precisa el neonatólogo del Hospital Ruber Internacional de Madrid, el doctor Gonzalo Zeballos, quien recalca que los niños nacidos a pretérmino en la mayor parte de los casos, y a diferencia de las agitadas convulsiones de los adultos, realizan movimientos muy sutiles y prácticamente imperceptibles para el profesional médico.

En este contexto, la Sociedad Española de Neurología (SEN) señala que la falta de mielinización del cerebro del recién nacido, y el probable origen subcortical de las crisis dificultan la identificación de estos procesos.

De forma excepcional, dice que se manifiestan en forma de crisis generalizadas, ya que el sistema límbico y las conexiones con el diencéfalo están mal desarrolladas, por lo que son habituales los movimientos bucolinguales y oculares, y las apneas como forma de expresión de las crisis epilépticas durante este período de la vida.

Eso sí, por regla general, las convulsiones neonatales más frecuentes suelen ser las ocasionales, y entre el 10 y el 20 % de ellas evolucionan con posterioridad hacia una epilepsia secundaria en la época de lactante o en el niño, precisa la SEN.

Su etiología es múltiple, según continúa, pero asegura que está “completamente demostrado” que la causa más frecuente de las mismas es la encefalopatía hipoxicoisquémica, en la que las convulsiones aparecen en el curso de las 48 primeras horas de vida, seguida en orden de frecuencia por las enfermedades infecciosas, las hemorragias intracraneales, y los distintos trastornos metabólicos.

Monitorear las convulsiones en prematuros ya es posible

¿Cómo controlarlas? Desde hace algunos años, y ya que son imperceptibles en muchos casos para el profesional sanitario, los neonatólogos suelen emplear un monitor de función cerebral que registra la electroencefalografía integrada por amplitud (EEGa) de los bebés prematuros.

“Se trata de un dispositivo que analiza los cambios y tendencias en la actividad eléctrica cerebral de los neonatos, y detecta así posibles complicaciones, como las crisis epilépticas”, explica el doctor Zeballos.

De hecho, celebra que el monitor de función cerebral es un dispositivo accesible y cada vez más común entre los profesionales sanitarios en las unidades neonatales.

«La atención del recién nacido de elevado riesgo neurológico sólo puede ser considerada óptima cuando se monitoriza su actividad electro cortical de manera continua mediante EEGa, convirtiéndose en una herramienta estándar», destaca el especialista del Hospital Ruber Internacional.

Gracias a estas características, con el monitor de función cerebral es posible conocer cómo está evolucionando el cerebro de un prematuro, según la edad gestacional, así como detectar posibles complicaciones, ya sean convulsiones, hemorragias o una posible asfixia y su pronóstico, agrega.

«Cuando hablamos de una epilepsia tenemos presente a esa persona que convulsiona y se mueve de forma agitada. En cambio, un recién nacido realiza movimientos muy sutiles, como movimientos repetidos de un brazo, faciales, o de chupeteo. Esto muchas veces nos pasa desapercibido en el hospital. Pero con este monitor detectamos las convulsiones que, de no tratarse, pueden empeorar el pronóstico», remarca el neonatólogo.

Este dispositivo también es de gran utilidad en casos de neonatos que han sufrido una situación de asfixia perinatal, es decir cuando nacen en un estado donde no pueden respirar y no tienen un buen latido y se ha producido una falta de llegada de oxígeno al cerebro.

“Nos sirve para saber y controlar el grado de afectación que tiene esa asfixia. También nos permite saber si es susceptible de beneficiarse de terapias, como la hipotermia cerebral”, concluye el doctor Zeballos.

Publicado originalmente en EFE Salud.


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