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Por: Jeremiah Burroughs

Isaías 1:18: Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.

¡Aquellos que se lamentan por el pecado están en una condición bendita! ¡Serán perdonados de todos los pecados que les hacen gemir, y nunca serán cargados a su alma! Puedes estar seguro de ello. El perdón ya está sellado en el cielo. También, ¡tu gemir por el pecado será bendición para ayudarte a luchar contra el pecado por el que te estás lamentando! Esto es algo cierto, o bien el pecado hará que dejemos de lamentarnos, o el lamento hará que dejemos de pecar. Si alguien sigue pecando, acabará dejando el lamento, pero si sigue lamentándose, dejará de pecar. Los amargos oleos del llanto son los medios para ayudarnos contra las lombrices que se arrastran del pecado.

El llorar por el pecado será algo que algún día te librará completamente de él, y nunca pecarás más contra Dios. ¿Qué sucederá con aquellos que se regocijan y se ríen en su pecado? Muchos no tienen un deleite mayor en este mundo que satisfacerse en sus pecados. ¡Oh, que situación tan terrible, que aterradora es la impiedad de un alma así! ¿Acaso no tienes gozo sino en aquello que golpea contra el Dios bendito y que hizo que Jesucristo fuera hasta la muerte? Esa persona está reservada para una tristeza eterna. Los deseos en los que encuentra tanto placer serán amargos un día.

Ten cuidado de no regocijarte en el pecado. Si un hijo que tiene un padre y una madre misericordiosos entrara en una habitación y cayese retorciendo sus manos, llorando y lamentándose y diciendo «¡Oh, si pudiera agradar más a mi padre y a mi madre, y no hacer nada que los entristeciese», y los padres estuvieran mirando a través de una cerradura, ¿no tocaría esto su corazón y haría que se inclinara hacia un niño así? Tu amor es una gota comparado con el infinito océano de la misericordia de Dios, que guarda cada una de las lágrimas de tu llanto en una redoma. Los que lloran son benditos, Jesucristo ha realizado una expiación suficiente por el pecado, es decir, Él ha expiado todas las afrentas que el pecado haya hecho jamás a Dios.

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