Por: A. W. Tozer
Juan 9:41: Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece.
Si comparamos lo que deberíamos ser y lo que podríamos ser con lo que somos, y no somos capaces de ver que estamos estancados ni nos preocupa, entonces algo anda mal. En primer lugar, puede que no estemos convertidos. En segundo lugar, puede que no estemos preocupados por el estancamiento por el pecado que hemos cometido. En tercer lugar, algunas personas se creen tan justas, que son impermeables a cualquier obra del Espíritu Santo. No pueden sanar su ceguera porque creen que ven.
Los fariseos nunca tuvieron convicción de pecado. Crucificaron a Cristo, odiaron al Hijo de Dios, pero nunca tuvieron convicción de pecado. Habían ordenado su vida religiosa de tal forma que eran impermeables a los dardos del Espíritu Santo.
La mujer adúltera cayó a los pies de Jesús, el recaudador de impuestos que sabía que había sido deshonesto podía correr a los pies de Jesús para pedir ayuda, y los pobres podían venir de todas partes y decir «¿Qué hemos de hacer?». Los fariseos nunca hicieron eso, aunque podían. Nunca tuvieron convicción de pecado, y supongo que todavía están peleando en el infierno y diciendo que ellos están bien.
Si la gente juzga lo que podrían ser y deberían ser por lo que son, y, aun así, pueden ir a casa y descansar por la noche sin que les importe, quizás nunca fueron conversos. Quizás pecaron tanto contra la luz hasta que están temporalmente bajo una terrible nube de juicio. O quizás se creen tan justos que nunca pueden tener convicción de pecado.
Oh Dios, acaba con mi creencia de que soy justo a la vez que me permites mirar hacia ti. Soy vil y lleno de pecado. Tu eres luz, verdad y justicia. Te adoro.
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