Por: John MacArthur
“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” Lucas 18:1-8 RVR1960
«Nuestra parábola comienza inmediatamente después de esto, y su asunto es «la necesidad de orar siempre, y no desmayar» [Lc. 18:1]. No importa cuán sombrío sean los tiempos, incluso si todo el mundo parece estar marchando hacia la condenación y el juicio eterno, los hombres y mujeres justos deben persistir en la oración.
Pueden estar seguros de que Dios escuchará y le responderá a su pueblo. Este es un estímulo para los creyentes que viven en tiempos malos, viendo aumentar la hostilidad del mundo, percibiendo el juicio, sintiéndose solos y aislados «como fue en los días de Noé» (7.26) y «como sucedió en los días de Lot» (v. 28).
En otras palabras, esta historia tiene una aplicación particular en nuestros tiempos. Los días son malos. La necesidad es crítica. Nuestras oraciones deben ser urgentes, apasionadas y persistentes. No debemos desmayar».