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Por: Miguel Núñez

Dios le ha dado dones, talentos, oportunidades, y recursos a cada uno de Sus hijos, dádivas que la mayoría no está aprovechando. Dios nos equipa de esa manera porque Su intención es que Sus hijos puedan “volar alto” al vivir para Su gloria.

En las últimas semanas, hemos estado revisando con el equipo de trabajo un libro que leí en la década de los 90’s, llamado “Como vivir por encima de la mediocridad”, escrito por Charles Swindoll. Este pastor reconocía que la mayoría de los hijos de Dios viven una vida mediocre en relación a como Dios nos llamó a vivir. En vez de encumbrarse como las águilas y poseer una perspectiva por encima del sol, viven caminando con una visión completamente horizontal en el “aquí y en el ahora”. El diseño de la portada de este libro tiene la imagen de un águila; ave que tiene la particularidad de abrir sus alas cuando siente vientos de tormentas. Esto le permite elevarse por encima de la tormenta y sobrevolarla. Así debería hacer el cristiano que vive para la gloria de Dios; debería aprender a abrir sus alas y dejar que el Espíritu de Dios lo levante hasta donde Dios quiere que él vuele para desplegar la gloria de Su creador en su vida.

Cristo enseñó “En esto es glorificado Mi Padre, en que den mucho fruto, y así prueben que son Mis discípulos” (Juan 15:8). En este pasaje podemos ver que el Padre no es glorificado por llevar fruto, sino que es glorificado con mucho fruto.

Desafortunadamente, la manera como la mayoría de los hijos de Dios viven no es produciendo mucho fruto que tenga valor eterno, sino produciendo frutos de valor ordinario y cotidiano.

Entonces, la pregunta entonces es, ¿qué se requiere de un cristiano para que pueda vivir a la altura para la cual Dios lo creó? Este es el reto: Ese cristiano necesita renovar su mente. En la Biblia, la mente tiene una importancia monumental. De hecho, la importancia de la mente es tan enorme que está en el más grande mandamiento de la ley de Dios como vemos en Mateo 22:37, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.”

La importancia de la mente

Piensa por un momento en lo que tú has hecho en los últimos seis meses o en este último año… lo bueno y lo malo. Lo que has hecho es el fruto de pensamientos que precedieron los hechos. Lo que has hecho en los últimos meses o en el último año es lo que tú eres. Ese es el verdadero yo. ¿Por qué? Porque la Palabra afirma: “Pues como piensa dentro de sí, así es él.” (Proverbios 23:7) Ese es el veredicto de la Palabra. Tú eres lo que piensas.

La importancia de la mente es que, en un sentido humano, la mente es todo:

• Tu mente dirige tus pensamientos;

• Cada acción es precedida por un pensamiento.

• La mente dirige tu entendimiento;

• La mente dirige tus emociones, acciones y motivaciones.

De manera que la mente es el centro de operación de tu vida, algo que vemos claramente expresado en la Palabra de diferentes maneras.

Pablo escribe a los romanos y les dice en 7:22-24: “Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?” Una vez somos regenerados, hay una nueva naturaleza en nosotros que ama la ley de Dios.

El problema es que hay otra ley en los miembros de nuestros cuerpos que hace guerra contra la ley de la mente. El problema de nuestra condición caída es que nuestros cuerpos no han sido glorificados, no han sido regenerados, y tienen deseos caídos aun cuando el alma ha sido redimida.

Lamentablemente, el creyente se encuentra continuamente en una lucha de los deseos caídos de su cuerpo y los deseos de su mente como afirma Gálatas 5:17: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues estos se oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis.”

El llamado

Entonces, ¿cuál es el llamado que Pablo hace? En Romanos 12:2 vemos ese llamado que Pablo hace para que tú puedas alcanzar la meta para la cual Dios te creó: “Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.”

En otras palabras, no dejen que el mundo les deje una huella en su mente que los lleve a pensar y actuar cómo incrédulos. Esto requiere una renovación continua.

La mayoría de nosotros queremos hacer la voluntad de Dios; la mayoría de nosotros queremos conocer Su voluntad. Pero la realidad es que conocer, verificar, comprobar la voluntad de Dios que es buena agradable y perfecta es imposible al menos que dos cosas hayan ocurrido:

1. Que yo haya estado renovando mi mente y

2. Que yo no haya permitido que el mundo le dé forma a mi pensamiento.

Es cierto que es Dios quien lleva la transformación de esa mente, pero tenemos que poner nuestra parte; no debemos adaptarnos a las corrientes de este mundo y debemos entrar en la práctica de la renovación a través de la Palabra, la meditación y la reflexión.

Satanás, nuestro archi-enemigo hace rugir la batalla en nuestras mentes; él sabe cómo distraernos y cómo traer nuevos pensamientos a nuestras vidas. Esta es la estrategia del enemigo: el primero te distrae y, una vez estamos distraídos, él introduce la tentación. En la distracción, nuestras barreras bajan hasta el punto de que estamos cansados y no estamos prestando mucha atención. Él no te puede traer la tentación cuando estás enfocado en el estudio de la Palabra. Por eso la Palabra de Dios nos llama a estar alertas como un radar que está preparado para identificar de dónde viene el enemigo.

Medita sobre estas verdades.

Tomado de Ministerio Integridad y Sabiduría.

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Un comentario en «Renueva tu mente en el nuevo año – Miguel Núñez»

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