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Por: J. C. Ryle.

Creo que el tiempo ha llegado y es un deber categórico hablar abiertamente sobre la realidad y eternidad del infierno. Un flujo de falsa doctrina se ha volcado recientemente sobre nosotros. Los hombres han comenzado a decir que Dios es demasiado misericordioso para castigar a las almas para siempre, que existe un amor a Dios aún más bajo que el infierno y que toda la humanidad, sin importar lo corruptos e impíos que algunos sean, tarde o temprano serán salvados. Se nos invita a dejar los viejos caminos de la cristiandad apostólica.

Se nos dice que las visiones de nuestros padres sobre el infierno, y el demonio, y el castigo están obsoletas y fuera de boga. Debemos abrazar lo que es la llamada teología más amigable y tratamos el infierno como una fábula pagana o un cuco para asustar a niños y a tontos. En contra de tales falsas doctrinas, deseo protestar. Por muy dolorosa, penosa y angustiosa que la controversia pueda ser, no debemos  titubear o rechazar entrar de lleno en el tema. Yo estoy resuelto a mantener la vieja posición y declarar la realidad y eternidad del infierno.

Créanme, no es un tema meramente especulativo. No puede ser clasificado de la misma forma que las disputas acerca de la liturgia o el gobierno de las Iglesias. No puede ser ranqueado entre los problemas misteriosos, como el significado del templo de Ezequiel o los símbolos de la revelación. Es un asunto que está basado en el fundamento mismo de todo el evangelio. Los atributos morales de Dios, Su justicia, Su santidad, Su pureza están todos involucrados en él. La necesidad de fe personal en Cristo y la santificación del Espíritu están todos en la palestra. Una vez que dejemos que la vieja doctrina sobre el infierno sea derrocada entonces el Sistema completo que sustenta el cristianismo será desestabilizado, desatornillado, desprendido y lanzado al desorden.

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Creo que el hombre que encuentra argumentos para evadir la evidencia que la Biblia tiene sobre este asunto, ha alcanzado un estado mental en que el razonamiento es inútil. En mi propia opinión, me parece tan fácil argumentar que nosotros no existimos como lo es argüir que la Biblia no nos enseña la realidad y eternidad del infierno.

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Ningún hombre puede leer en forma honesta los cuatro evangelios y no ver que aquel que siga el ejemplo de Jesús debe hablar del infierno.

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El guardia que mantiene silencio cuando ve fuego es culpable de gran negligencia; el doctor que dice que estamos mejorando cuando estamos muriendo es un falso amigo; y el ministro que se retiene de hablar del infierno ante su congregación en sus sermones no es ni un hombre creíble ni caritativo.

Tomado del Libro “Santidad” de J.C. Ryle pág. 213 -215 (versión digital)


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