Por: Thomas Boston (1676 – 1732)
Si los progenitores no proveen para sus hijos, son peores que las bestias para sus pequeños. Si no les proporcionan una educación civil, son peores que los paganos. Sin embargo, si no añaden una educación en la fe cristiana, ¿qué hacen más que los paganos civilizados? Cuando Dios te da un hijo, afirma lo mismo que le dijo la hija de Faraón a la madre de Moisés: “Lleva a este niño y críamelo” (Éx. 2:9). Aunque no somos más que padres de su carne, debemos cuidar su alma, porque de otro modo los destruiremos.
Las madres deberían instruir a sus hijos en los principios de la fe cristiana y sembrar las semillas de la piedad en sus corazones, tan pronto como sean capaces de hablar y tener uso de razón (Dt. 6:6-7). Una educación en la fe cristiana temprana es un bendito medio de gracia (1 R. 18:12; comparar con el versículo 3). Esto, no sólo es deber de los padres, quienes deberían enseñar a sus hijos (Pr. 4:3-4), sino de las madres; cuando los hijos son demasiado pequeños, ellas deberían ir dejando caer algo para beneficio de su alma. Salomón, no sólo tuvo la lección de su padre, sino la profecía que su madre le enseñó (Pr. 31:1; 1:8).
Deberían empeñarse para tal fin en la obra de familiarizarlos con las Escrituras y hacer que la lean (2 Ti. 3:15). Deberían dejar que la lectura de sus capítulos sea una parte de su tarea diaria y hacer que lean las Escrituras para que puedan estar familiarizados, tanto con los preceptos como con las historias de la Biblia. Deja que se sientan obligados a aprender su catecismo y también catequízalos tú misma, según tu capacidad. Y es que enseñar por medio de preguntas y respuestas es más fácil para ellos.
Si te hacen algunas preguntas respecto a estas cosas, no los desalientes; pero pon especial cuidado en responder a todas sus preguntas, por débilmente que puedan formularlas (Dt. 6:20-21). Se descubre con frecuencia que los niños tienen nociones muy deformadas de las cosas divinas; pero si fueran alentados como es debido a hablar, podrían airear sus pensamientos, y su madre tendría así la ocasión de rectificarlos.
Esfuérzate en disuadirlos del pecado. El descuido de esto fue precisa mente la transgresión de Elí y fue por ello por lo que Dios juzgó su casa (1 S. 3:13). Procura llenar sus corazones con un aborrecimiento total y terror hacia las prácticas pecaminosas. Ponle fin, con cuidado, a que mientan, digan palabrotas, maldigan y quebranten el Día de reposo. Si aprenden esto siendo pequeños, seguramente los acompañarán hasta que tengan canas…
Fomenta en ellos los deberes de santidad y la práctica de la fe cristiana. Incúlcales con frecuencia la doctrina de su estado pecaminoso y desdichado por naturaleza, y el remedio proporcionado en Cristo. Muéstrales la necesidad de la santidad y señálales a Cristo como la fuente de santificación. Elogia el cristianismo delante de ellos e insiste en el estudio de éste como la cosa principal que tienen que hacer en el mundo (Pr. 4:4).
Ora con ellos y enséñalos a orar. Por esta causa, no permitas que se descuide la adoración de Dios en tu familia2; pero, por amor a tus hijos, mantenla. No es de sorprender que los hijos que no han visto nunca a su madre doblar una rodilla para orar, no busquen a Dios. Ustedes deberían llevarlos a solas y orar con ellos y enseñarles a orar, presentando ante ellos, a menudo, las materias de la oración. Que aprendan el Padrenuestro y lo usen como forma hasta el momento en que puedan concebir una oración siguiendo esa guía. Y es que aunque no pensemos que el Señor nos ha limitado a esa forma… no conozco a nadie que afirme que no se pueda utilizar como oración o como modelo, aunque es más que evidente que pretende ser, principalmente, una guía para la oración (Mt. 6:9).
Corrígelos (Ef. 6:4). El término griego significa aquí corrección e instrucción como también la palabra crianza. Deben ir juntos porque la instrucción sin corrección difícilmente tendrá éxito. Las madres deben mantener a sus hijos en sujeción: Si pierden su autoridad sobre ellos, serán hijos de Belial, sin yugo, y su final será triste (Pr. 29:15). No sólo debes corregir mediante la reprensión, sino que cuando sea necesario también debes usar la vara (Pr. 19:18). Empieza temprano, tan pronto como ellos sean capaces de mejorar con ello; y deja que tu amor por ellos sea para ti un compromiso y que no te frene (Pr. 13:24). Si de verdad quieres mantenerlos fuera del infierno, corrígelos (Pr. 23:13-14).
Sobre el autor: Thomas Boston el Viejo, teólogo escocés, nació en Dunse, Berwickshire, el 17 de marzo de 1677 y murió en Ettrick, Selkirkshire, el 20 de mayo de 1732.
Tomado de “An Illustration of the Doctrines of the Christian Religion, Part 2” (Una ilustración de las doctrinas de la religión cristiana, Parte 2), en The Whole Works of Thomas Boston (Las obras completas de Thomas Boston), Tomo 2, Tentmaker Publications, www.tentmakerpublications.com.