Por: David Wilkerson
El tema de la acción de gracias vino a mí recientemente durante una época de gran pesadez personal. En ese momento, la construcción de nuestra iglesia necesitaba un trabajo grande. Los problemas de los feligreses se acumulaban. Todos los que conocía parecían estar pasando por algún tipo de prueba; y yo sentía la carga de todo.
Entré en mi oficina y me senté, sintiendo lástima por mí mismo. Comencé a quejarme con Dios: “Señor, ¿hasta cuándo me mantendrás en este fuego? ¿Cuánto tiempo tengo que orar por todas estas cosas antes de que hagas algo? ¿Cuándo me vas a contestar, Dios?
De pronto, el Espíritu Santo cayó sobre mí y me sentí avergonzado. El Espíritu susurró a mi corazón: “Simplemente comienza a agradecerme ahora mismo, David. Tráeme un sacrificio de acción de gracias por todas las cosas pasadas que hice por ti y por lo que haré en el futuro. ¡Dame una ofrenda de acción de gracias y de repente todo se verá diferente!”
Esas palabras se asentaron en mi espíritu, pero me preguntaba: «¿Qué quiere decir el Señor con ‘un sacrificio de acción de gracias’?» Busqué la frase en las Escrituras y me sorprendieron todas las referencias que encontré.
“Ofrezcan sacrificios de alabanza, y publiquen sus obras con júbilo” (Salmos 107:22).
“Te ofreceré sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre de Jehová” (Salmos 116:17).
“Lleguemos ante su presencia con alabanza; aclamémosle con cánticos” (Salmos 95:2).
“Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre” (Salmos 100:4).
Vivimos en un día en que nuestro sumo sacerdote, Jesús, ya ha presentado el sacrificio de su propia sangre al Padre para hacer expiación por nuestros pecados. Cristo ha borrado todas nuestras transgresiones, para que nunca más sean recordadas en contra nuestra. Para nosotros, la obra de expiación está terminada.
Ya no debemos traer a Dios sacrificios de sangre u ofrendas de plata y oro para expiación. En cambio, debemos traerle un sacrificio de alabanza y acción de gracias. “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13:15). ¡El “fruto de labios” es gratitud y agradecimiento!
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