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Por: A. W. Tozer

Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Isaías 1:18

Cuando era joven me gustaba colarme en los vagones de carga para viajar de un pueblo a otro. También, en ocasiones, me colgaba de los ejes del vagón.

Cuando me convertí, me molestaba lo que había hecho y por eso le escribí al gerente de tráfico: «Estimado señor: me he convertido a Jesucristo y ahora soy cristiano; por lo que quiero enderezar mi vida. Hace un tiempo, solía viajar de polizonte y ahora querría que usted me envíe la cuenta para pagar la deuda. Estoy dispuesto a pagar».

Recibí luego una carta de un funcionario. Decía:

Estimado señor, hemos recibido su carta. Notamos que se ha convertido y que quiere vivir una vida cristiana. Queremos felicitarlo por ser cristiano. Ahora, sobre lo que nos debe. Suponemos que no tuvo muy buen servicio de parte de nuestra compañía cuando viajaba, y por eso decidimos olvidar todo este asunto.
Con cordiales saludos,
Gerente de Tráfico.

En realidad, yo no tenía suficiente como para pagar todo lo que le debía a la empresa de ferrocarriles. Pero Dios es bueno, y mi conciencia quedó libre y limpia.

Oí decir al Salvador: «Tu fuerza en verdad es poca,
Pequeña, débil, mira y ora, y encuéntrame Tuyo siempre, en todo».
Elvina M. Hall (1820 -1889)

Padre de toda misericordia, te alabo por perdonarme.
No podría pagar mi deuda contigo pero alabo al Señor Jesús porque la pagó por mí.

¡Alabado sea tu nombre! Amén.

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