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Por: Martyn Lloyd Jones

«En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo […]» (1 P. 1:6-7).

El mundo estaba molesto con ellos porque habían abandonado esa clase de vida y ahora vivían la vida cristiana. Hacerse cristianos significaba entrar en conflicto inmediato con el mundo. La gente que antes se había mostrado amistosa con ellos, ahora empezaba a ignorarlos y criticarlos, a hablarles con rudeza y, lo que es peor, a hablar mal de ellos. Esa era una de tantas cosas que les causaba pesar, y por eso estaban afligidos. Esto es algo que el cristiano ha tenido que sufrir a través de los siglos.

Nada es más triste que ser malentendido por parte de la gente, y más difícil resulta aceptarlo cuando esto viene de algún ser querido y muy cercano a nosotros. ¡Qué difícil resulta cuando un cristiano es tal vez el único cristiano en la familia! Esta clase de pruebas suelen ocurrir, y que un cristiano no las afronte de una u otra manera sugiere que algo radicalmente erróneo debe haber en su cristianismo.

El apóstol Pablo constantemente pasó por esto, como podemos recordar cuando dice. «Demas […] me ha abandonado» (2 Ti. 4:10). Para Pablo, eso no fue algo de poca importancia, sino que le afligió mucho, pues tuvo que ser juzgado absolutamente solo; aquellos con cuyo apoyo creía poder contar súbitamente habían huido, y allí estaba él, completamente solo. «Nadie estuvo conmigo» (v. 16). Cosas así son las que afligen a un cristiano, y no tenemos más que leer las vidas de los santos para encontrarnos constantemente con esto. Leamos los diarios de John Wesley y encontraremos que él frecuentemente se hallaba en esta condición por causa de los malos entendidos. Esto se encuentra a gran escala en la vida de Charles Haddon Spurgeon, en relación con la famosa controversia «Menosprecio».

Gente a la que había considerado amiga, y otros a quienes había instruido en su propio colegio a expensas de su propio bolsillo, de pronto se apartaron de él. Basta con leer su propio relato para ver cómo estaba herido y afligido. Su aflicción se debía a que aquellos en cuyo apoyo había confiado, súbitamente le fallaron. No hay duda de que esto contribuyó a acortar su vida.

Hace poco leí en los diarios de George Whitefield algo al respecto. Whitefield había gozado de una época de excepcional proximidad a Cristo, y se regocijaba de ello; pero incluye en su diario una nota para recordarse a sí mismo que, extrañamente, tales experiencias vienen seguidas frecuentemente de penosas pruebas, y por lo tanto dice: «Nuevamente me veré sujeto a esto». Lo sabía, lo había experimentado; en este mundo de pecado, esto es casi una ley inevitable en la vida del hombre de Dios

Un comentario en «Dificultades de la vida cristiana – Martyn Lloyd Jones»

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