Por: R. C. Sproul
Algunos años atrás, asistí a una interesante boda. Y estuve especialmente impresionado por la creatividad de la ceremonia. La novia y el novio habían aportado ideas con el pastor para insertar nuevos y emocionantes elementos en el servicio, y disfruté de esos elementos. Sin embargo, en la mitad de la ceremonia, ellos incluyeron porciones de la tradicional, ceremonia matrimonial clásica. Cuando empecé a escuchar las palabras de la ceremonia tradicional, mi atención se animó y fui movido. Recuerdo pensar “No hay manera de mejorar esto porque las palabras son tan bellas y significativas” Pero mucha reflexión y cuidado habían sido puestas en aquellas antiguas, familiares palabras.
Hoy, evidentemente, muchas personas jóvenes no solo le estándiciendo no a la tradicional ceremonia matrimonial, sino que también ellos están rechazando el concepto del matrimonio en sí. Más y más personas jóvenes están viniendo de hogares rotos, y como resultado, ellos tienen un temor y desconfianza acerca de la importancia del matrimonio. Entonces vemos parejas viviendo juntas en lugar de casarse por miedo de que el costo de ese compromiso pueda ser demasiado. Ellos le temen que pueda hacerles muy vulnerables. Esto quiere decir que uno de los más estable y, como una vez pensamos, permanente tradición de nuestra cultura está siendo cuestionada.
Una de las cosas que me gusta más de la tradicional ceremonia de bodas es que incluye una explicación del porqué hay tal cosa como el matrimonio. Se nos ha dicho en esa ceremonia que el matrimonio es ordenado e instituido por Dios ‘es decir, el matrimonio no surgió arbitrariamente de convenciones sociales o tabúes humanos.’ El matrimonio no fue inventado por el hombre sino por Dios.
Vemos esto en los más antiguos capítulos del Antiguo Testamento, donde encontramos la explicación de la creación. Encontramos que Dios crea en etapas, empezando con la luz (Gen.1:3) y finalizando el proceso con la creación del hombre (v.24). A cada etapa, Él pronuncia una bendición, una “buena palabra” Repetidamente Dios mira lo que Él ha hecho y dice: “Que era bueno” (vv.4, 10, 12, 18, 21, 25, 31.).
Pero luego Dios se da cuenta de algo que provoca no una bendición sino lo que llamamos una maldición, que es, una “desfavorable palabra” ¿Que fue esta cosa que Dios vio en Su creación que él juzgó al ser “no buena”? Lo podemos encontrar en Génesis 2:18, donde Dios declara: “No es bueno que el hombre esté solo” Eso le generó a Él crear a Eva y traérsela a Adán. Dios instituyó el matrimonio, y Él lo hizo, en primera instancia, como una respuesta a la soledad humana. Por esta razón, Dios inspiró a Moisés para escribir: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne (v.24).”
Pero mientras gusto y aprecio las palabras de la tradicional ceremonia de bodas, creo que la forma de la ceremonia es aún más importante. Esto es porque la ceremonia tradicional implica la creación de un pacto. La idea entera de un pacto está profundamente arraigada en el cristianismo bíblico. La Biblia enseña que nuestra gran redención está basada en un pacto. Se podría decir mucho aquí sobre el carácter de los pactos bíblicos, pero una faceta vital es que ninguno de ellos es un asunto privado. Cada pacto es emprendido en la presencia de testigos. Esto es el por qué invitamos personas a nuestras bodas. Es así que ellos serán testigos de nuestros votos ‘y puedan conservarnos responsables de guardarlos.’ Una cosa es para un hombre susurrar expresiones de amor a una mujer donde ninguno escucharía, pero otra cosa muy diferente es para él ponerse de pie en una iglesia, enfrente de padres, amigos, autoridades eclesiásticas o civiles, y Dios mismo, y allí hacer promesas de amarla y respetarla. Los votos matrimoniales son promesas sagradas hechas en la presencia de testigos quienes las recordarán.
Creo que el matrimonio es la más preciosa de todas las instituciones humanas. Y es también las más peligrosa. En nuestros matrimonios vertemos nuestras mayores y más profundas expectativas. Ponemos nuestras emociones en juego. Allí podemos obtener la más grande felicidad, pero también podemos experimentar la más grande desilusión, la mayor parte de frustración y la mayor parte de dolor. Con tanto en juego, necesitamos algo más solemne que una promesa casual.
Incluso con ceremonias formales de bodas, y aún con la participación de estructuras de autoridad, aproximadamente cincuenta porcientos de los matrimonios fracasan. Tristemente, entre hombres y mujeres quienes están juntos como esposo y esposa, muchos no se casarían con la misma persona otra vez, pero ellos están juntos por varias razones. Algo se ha perdido en relación con el carácter sagrado y santo del pacto matrimonial. Para fortalecer la institución del matrimonio, es posible que desee considerar el fortalecimiento de la ceremonia matrimonial, con un recordatorio claro, bíblico de que el matrimonio es instituido por Dios y forjado delante de su vista.
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