Por: William Gurnall
Creedme amigos, que la aflicción es inofensiva para el íntegro. No puede crecer lo bastante para separarlo del consuelo y el gozo. Se consuela más en sus aflicciones que los que lo ven. Un piadoso moribundo preguntó a la criada que estaba junto a su cama por qué lloraba. «No temas —le aseguró—, mi Padre celestial no me hará
daño».
La aflicción no es agradable para la carne, pero después de conocer los dulces consuelos que Dios envía a sus prisioneros, cantamos un cántico nuevo. Al principio, el pájaro lucha contra las varillas de la jaula y revolotea para mostrar su disgusto ante la restricción, pero luego canta más dulcemente que en la libertad.
Entonces, no pienses tanto en la aflicción, sino guárdate de la hipocresía. Si el lecho de aflicción te es duro e incómodo, confía en Dios. Qué horrible sería clamar en la hora de la muerte: «¡Señor, Señor, ten piedad de mí!», y que Dios te respondiera: «Nunca te conocí». No es la voz del cristiano íntegro, sino la del hipócrita, la que grita en el lecho de angustia.
¿Qué harás si caes en las manos de Dios, con quien tu religiosidad ha jugado y a quien ha intentado manipular en tu provecho? Dios ha sabido en todo momento que realmente no lo amabas. Si el anuncio de José: «Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto», humilló tanto a sus hermanos que no podían seguir en su presencia por el sentimiento de culpa, ¿cómo será oír la voz de Dios en la última hora? «Soy Dios, de quien te has burlado, de quien has abusado y a quien has vendido para disfrutar de tus placeres. ¿Por qué acudes ahora? No tengo para ti más que un Infierno que te atormente por toda la eternidad».
LEA ADEMÁS → Un llamamiento a los pastores – William Gurnall
Síguenos en nuestras redes sociales! Si te gustaría obtener más información, noticias, artículos, videos y palabra de Dios puedes seguirnos en nuestra página de Facebook, nuestro canal en Youtube y en Telegram. ¡Bendiciones!