Por: Paul D. Tripp
No te desalientes al sentirte débil. Por gracia, tu Salvador vive dentro de ti y es tu fortaleza.
¿Adónde vas cuando estás desanimado? ¿Adónde acostumbras acudir cuando enfrentas tu debilidad? ¿Qué te dices cuando eres confrontado por tu fracaso? ¿Qué haces cuando eres incapaz de atender al llamado de Dios? Yo acudo a Romanos 8:1-11. Cuando las debilidades se muestran en mi vida, este pasaje ha sido mi consolador vez tras vez:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu (Romanos 8:1-4).
Primero, este pasaje te confronta con la radical realidad de que no tienes que enfrentar condenación por tu pecado. Jesús cargó cada aspecto de tu castigo. Incluso en esos días de evidente debilidad y fracaso constante, no seremos castigados por nuestro pecado. Esto significa que en esos momentos no debemos escondernos o alejarnos del Señor, sino correr a Su presencia en busca de ayuda y perdón. Pero eso no es todo.
Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de Aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mor tales por medio de Su Espíritu, que vive en ustedes (Romanos 8:9-11).
No solamente Dios trata con la culpa de nuestro pecado; también trata con su poder. El pecado nos incapacita. Hace que sea imposible que nosotros cumplamos la ley de Dios. No fue suficiente para Dios perdonarnos, aun cuando ese perdón es una cosa gloriosa. Dios viene a vivir en nosotros por medio de Su Espíritu, animándonos con una vida nueva y capacitándonos para desear y hacer aquello que no podríamos hacer sin Su presencia en nosotros. Esto significa que no debes temer o negar tu debilidad. No tienes que convencerte de que eres fuerte. Puedes enfrentar tu debilidad con gozo debido a que sabes que se te ha otorgado gracia para esa debilidad; gracia que no es una cosa, sino una persona -el Espíritu Santo, quien te hace el lugar de Su morada.
Para profundizar y ser alentado: Efesios 3:14-20
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