Por: Charles Spurgeon
Además de renunciar a la comodidad, hemos de estar dispuestos a abandonar todo lo demás: nombre, reputación, amistades, relaciones; a todo debe renunciarse sin reservas, si la causa de Cristo lo requiere. Antes que negar la verdad, es preciso que abandonemos honores, estimaciones merecidas, toda traza de buena reputación.
Habéis oído muchas veces la clásica historia de Curcio, cuando saltó a la fosa del foro de Roma. En nuestro día hay una fosa en el foro; ¿quién se consagrará por el pueblo y su Dios? Curcio no estipula que ha de quedar completamente enterrado excepto el pendón de su lanza, que habrá de verse en el suelo como recuerdo. No, da el salto, y halla fama inmortal al desaparecer por completo. En la batalla por la verdad, dejad que vuestra comodidad personal y vuestra reputación se pierdan si es necesario. No creáis que el sacrificio necesita ser pensado dos veces.
La flaqueza de muchos es que piensan tanto tiempo que no hacen nada. La sangre de los mártires es escasa entre nosotros. Nuestros ministerios serán destruidos si empezamos a pensar en el coste de la honradez. ¿Tendremos ante nuestra vista el temor a un importante benefactor, temiendo ofenderle con nuestra fidelidad? Sólo con ese pensamiento, ya hemos ofendido a Dios. Hermanos, no temamos pérdida alguna, porque no tenemos nada que perder, ya que todo lo que ahora poseemos es de Cristo. Señor, por ti me regocijaré en ser «el desecho de todos», para poder ser hallado fiel a ti y a tu verdad hasta el fin.
Fragmentos tomados del libro “Un ministerio ideal” p. 324 -325 el cual recopila varios sermones del pastor Spurgeon dictados en la Conferencia Anual de ministros
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