Por: Charles Spurgeon
«El que sana todas tus dolencias». Salmo 103:3
Aunque esta declaración resulte humillante, el hecho, sin embargo, es cierto: pues todos nosotros de alguna manera estamos sufriendo por la enfermedad del pecado. ¡Qué consuelo da saber que tenemos un gran Médico que puede y quiere sanarnos! Pensemos en él por un momento en esta noche. Sus curas son rápidas: con solo mirarlo, tenemos vida. Sus curas son radicales: él saca el mal de raíz; de ahí que sus sanidades sean seguras y ciertas.
Él nunca falla, y la enfermedad jamás vuelve. Donde Cristo sana no hay recaídas. No hay por qué temer que sus pacientes vayan a ser meramente emparchados por algún tiempo. El Señor hace de ellos hombres nuevos; les da también un nuevo corazón y pone un espíritu recto dentro de ellos.
Él es muy entendido en toda clase de enfermedades. Los médicos son, generalmente, especialistas en algo. Aunque conocen un poco de casi todas las enfermedades, hay, por lo regular, una enfermedad que han estudiado más detenidamente. Sin embargo, Jesús conoce completamente toda la naturaleza humana. Él conoce a fondo a cada uno de los pecadores, y nunca se ha encontrado con un caso particular que le fuera difícil resolver. Ha tenido que vérselas con raras complicaciones de enfermedades extrañas, pero con una mirada de sus ojos ha sabido cómo tratar al paciente.
Él es el único doctor universal, y la medicina que da constituye la única panacea que sana en todos los casos. Cualquiera que sea la enfermedad espiritual que tengamos debemos recurrir enseguida a este Médico divino. No hay quebranto de corazón que Jesús no pueda curar: «La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado» (1 Jn. 1:7). No tenemos más que pensar en los miles y miles que fueron librados de toda suerte de enfermedades por el poder y la virtud de su contacto, y alegremente nos pondremos en sus manos. Al confiar en él, el pecado muere; al amarlo, la gracia vive; al esperar en él, la gracia es corroborada y, al mirarlo tal cual es, la gracia se perfecciona para siempre.