Por: A. W. Tozer
A la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos. Hebreos 12:2.
Existe una noción generalizada según la cual el cristianismo está en sus últimos suspiros, demasiado débil o casi muerto. En la mente de muchos que no comprenden el cristianismo, la principal prueba de su muerte es el hecho de que cuando el mundo más lo necesitaba, no ha provisto un liderazgo.
Permíteme decirte que aquellos que se han adelantado en enterrar la fe de nuestros padres han hecho la cuenta sin el huésped. De la misma manera en que una vez enterraron a Cristo con la plena esperanza de que se habían librado de él, así su iglesia ha sido puesta a descansar un sin número de veces. Y de la misma manera en que Jesús desconcertó a sus enemigos levantándose de la muerte, así la iglesia ha confundido a los suyos resurgiendo nuevamente a una vida vigorosa, una vez que le habían rendido todas las exequias sobre su ataúd y habían derramado las lágrimas de cocodrilo sobre su tumba.
El cristianismo sigue el camino que le marcaron su Fundador y sus apóstoles. Su desarrollo y dirección fueron predichos casi mil años atrás, y esto, de por sí, es un milagro.
Si Cristo no hubiera sido Dios, y sus apóstoles no hubieran sido inspirados, no podrían haber predicho con tanta precisión el estado de la iglesia que se hallaba tan lejana a ellos en tiempo y circunstancias. La verdadera iglesia es quien repone la vida de Dios entre los hombres, y si en algún lugar esta frágil vasija se rompe esa vida surgirá por algún otro lado. De esto podemos estar seguros.
Tomado de “Manantiales de lo Alto”, devocionales del pastor A. W. Tozer para cada día. Lectura correspondiente al 1 de Abril
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